La soledad buscada de Sánchez ha llamado la atención, en la línea con lo que el día antes adelantó la Moncloa: «No vamos a ir al choque», «queremos que vaya bien desde el respeto». El presidente español se ha quedado rezagado en el posado para no coincidir con el presidente norteamericano y evitar así una situación imprevisible. E incómoda, después de que Trump lamentara el martes que España es «un problema» y que su negativa a llegar al 5 % del PIB de gasto en defensa es «injusta»
Sánchez y Trump estaban ambos en primera fila, separados únicamente por tres mandatarios: el británico Keir Starmer, el turco Recep Tayyip Erdoğan y el sueco Ulf Kristersson. Una vez que las cámaras han hecho su trabajo, el español, que por protocolo estaba en una esquina, ha esperado a que el norteamericano abandonara la tarima y ha bajado el último.
Una vez en el plenario, Sánchez ha sido de los primeros en sentarse y no ha participado en los corrillos junto con el resto de los mandatarios, lo que es muy poco habitual en él. El presidente español, que domina el inglés, suele desenvolverse bien en esos minutos de charla informal. En esta ocasión, por el contrario, ha corrido a buscar su sitio y no se ha movido de ahí. Allí ha conversado con Erdogan mediante una traductora.
Y es que España se ha convertido en la comidilla de la cumbre de la OTAN de La Haya por el intento de Pedro Sánchez de soplar y sorber al mismo tiempo: firmar un documento en el que los 32 socios se comprometen a invertir el 3,5 % en gasto en defensa directo (y otro 1,5 % en gasto indirecto) y, a la vez, pretender gastar solo el 2,1 % para llegar a las capacidades militares acordadas.