Así, se prevé que la demanda crecerá a un ritmo anual del 1,3% hasta 2030, después de registrar un crecimiento del 1,7% el pasado año, siendo el sector industrial (38%), los edificios (28%) y el transporte (27%) los principales usuarios.
Por lo que se refiere a la inversión, en 2024 se inyectaron cerca de tres billones de dólares en el sector energético de los cuales casi el 67% se destinaron a energías limpias y el 33% a energías fósiles. Las inversiones en energías limpias se distribuyeron de forma desigual, concentrándose el 85% de los aumentos en las economías avanzadas y China. Para alcanzar los escenarios base de una transición energética efectiva, los niveles de inversión en energías limpias deberían situarse por encima de los tres billones de dólares en 2030.
El estudio de la aseguradora señala que la transición energética se desarrolla a través de tres vías: la eficiencia energética, la electrificación y el abandono de las energías fósiles. Con la transición hacia las energías renovables en marcha, el carbón sigue siendo la mayor fuente de energía eléctrica, con un total de combustibles fósiles que cubren el 60% del suministro. Las energías renovables, que además de la solar y la eólica incluyen la hidráulica, representan ahora el 30%. Por su parte, los combustibles fósiles cubrieron el 80% de la demanda mundial de energía en 2024, un porcentaje que ha disminuido muy gradualmente desde 2011.
El informe destaca también que el impulso de la transición energética está ligado a tres factores prioritarios como la intervención gubernamental, las inversiones públicas y privadas y el progreso tecnológico en combinación con las economías de escala.
Por lo que se refiere a las acciones gubernamentales, los actuales acontecimientos geopolíticos están impactando en la transición energética. Un ejemplo de ello es la reciente desconexión de Estados Unidos del Acuerdo de París, optando por centrarse en el petróleo y el gas. Además, la nueva administración norteamericana está desplazando el foco de atención del resto del mundo de la transición energética hacia la seguridad nacional.
Aun así, hay espacio para el optimismo ya que, aunque las emisiones aún no han alcanzado su punto máximo, la transición energética está dando sus frutos: sin el uso creciente del despliegue de energías limpias, el aumento desde 2019 habría sido tres veces mayor.