Es mas, de alguna manera este punto de inflexión anual se ha consolidado como una cita clave para evaluar la gestión gubernamental y la agenda política. Pero si examinamos con cierto espíritu crítico tanto el contenido como la forma de la intervención de Sánchez, así como las implicaciones políticas y sociales de su discurso lo visto nos resulta vano, incluso un punto frívolo pues solo responde a una necesidad del lier de confirmar que piensa segur hasta que le echen.
Así, el balance de fin de año presentado por Sánchez se ha centrado en los logros alcanzados durante el ejercicio, destacando avances en materias como economía, empleo, políticas sociales y derechos civiles y poco mas. En un análisis mas crítico se pone de manifiesto, su tendencia a enfatizar los aspectos positivos, omitiendo o minimizando los problemas o retos no resueltos, como la inflación, el desempleo estructural o la polarización política. Esta selección de datos puede percibirse como un intento de controlar el relato y fortalecer la imagen del Gobierno ante la opinión pública.
Por otra parte, la presentación de Sánchez se ha caracterizado por un estilo sobrio, institucional y, en ocasiones, didáctico. Utiliza un lenguaje inclusivo y busca, a toda costa, transmitir confianza y estabilidad. No obstante, algunos observadores critican la falta de autocrítica y la escasa mención a la oposición o a la colaboración con otras fuerzas políticas, lo que puede interpretarse como una estrategia para evitar confrontaciones directas en un contexto de alta tensión política.
El balance de fin de año de Sánchez no puede entenderse sin considerar el contexto político actual, marcado por la fragmentación parlamentaria, la presión de los socios de coalición y la proximidad de citas electorales. El discurso, por tanto, cumple una doble función: rendir cuentas y preparar el terreno para futuros debates políticos. En este sentido, la presentación puede percibirse como un ejercicio de autoafirmación y de consolidación de liderazgo, más orientado a la comunicación política que a la rendición de cuentas efectiva.
En definitiva, la presentación del balance de fin de año por parte de Sánchez ha reflejado tanto los logros como las limitaciones de su gobierno. Aunque cumple con la función de informar y proyectar confianza, adolece de falta de autocrítica y de un debate más plural y profundo sobre los retos que enfrenta España. Sin un mayor diálogo y transparencia, aspectos indispensables para fortalecer la democracia y la confianza ciudadana este tipo de intervenciones empiezan a ser inútiles, puesto que termina por convertirse en un mitin algo mas elegante que los de los fines de semana, pero un mitin al fin y al cabo, porque incluso al final, los asistentes, todos ellos invitados del presidente prorrumpen en fuertes aplausos de aprobación y apoyo absolutamente injustificados por el marco y el evento.
