Esa misma organización señalaba recientemente que «las ventas de aceite de oliva han caído el 32,6% en el acumulado de octubre y noviembre, los dos primeros meses de la campaña actual, con 36,79 millones de litros» y con el AOVE como el «peor parado» con un pinchazo del 36,98%, ocho puntos superior al del virgen (-8,66%) menos.
A ello hay que sumar la menor producción, y la ausencia de estocaje por la inexistencia de ese mecanismo de intervención, lo que ha provocado que “los precios finales no paren de subir, con algunos superando de largo los 10 euros por litro, incluso en marcas blancas», indica Infaoliva, que cifra en «un 164% desde 2021» el aumento.
La Encuesta de Presupuestos Familiares del INE (Instituto Nacional de Estadística) cifra en 22,1 litros por hogar el consumo de aceite de 2022, con un ligero aumento de 0,6 litros en relación con el de 2021, y estima en 420 millones de litros la demanda total, en este caso con un aumento ligeramente superior. Ese trabajo reseña un descenso continuado, aunque con dientes de sierra, de la demanda de aceites que alcanza el 17% en quince años para el de oliva y el 25% para el resto de los aceites vegetales, con el de girasol como el de mayor demanda.
Por su parte, los Datos de Consumo del Ministerio de Agricultura apuntan a un consumo de 10,3 litros de aceite vegetal por cabeza en 2022, del que solo un 29% era virgen extra de oliva y con un descenso del 10% en un año que este año se ha seguido intensificando. El estudio del Ministerio de Agricultura da algunas pistas acerca del consumo de aceites, que no es para nada uniforme por grupos de edad: la demanda es superior al peso demográfico en los hogares con hijos medianos y mayores, en los de parejas adultas sin hijos y en los de retirados, especialmente entre estos últimos, que son «muy intensivos en la compra» y alcanzan un consumo medio de 19,52 litros anuales.
Por el contrario, «los jóvenes independientes son quienes compran aceite en menor proporción, con un peso del 1,77%, cuando lo esperado debería ser al menos su peso poblacional 5,50%.
Los aceites de oliva que se comercializan son cuatro: el virgen extra, el virgen, el lampante y el de orujo. El primero y el segundo, procedentes del aplastamiento de olivas, se diferencian en la acidez, superior a 0,8º grados el primero e inferior a 1º el segundo, y en la posibilidad de que el segundo tenga un sabor más afrutado. Ninguno de ellos lleva aditivos químicos.
El lampante es una mezcla sin olor ni sabor procedente del refinado de líquidos de más de 3º mientras que el de orujo procede del refino de lo que resulta de moler de los pellejos, la pulpa y los huesos de las olivas de las que previamente se han extraído las dos primeras variedades.
El virgen extra y el virgen se utilizan para aliños en crudo y para cocinar (son los que menos se degradan con el calor) y el lampante para adobos y, como el de orujo, para la sartén y la cazuela.