Así, cada año se pueden llegar a acumular en vertederos de basura electrónica millones de cables y cargadores obsoletos, un hecho perjudicial para nosotros y para el entorno en el que convivimos que no hace más que contribuir a la creciente crisis de residuos tecnológicos.
No obstante, podemos ver un resquicio de luz al final del túnel: a partir de 2024 será obligatorio, en la Unión Europea, un único cargador para móviles, tabletas, cámaras digitales, portátiles y todo tipo de elementos tecnológicos. El elegido ha sido el puerto USB-C, y armonizará los modos de recarga de todo tipo de terminales, tanto los dispositivos que usan sistema operativo Android como los que emplean iOS (es decir, Apple).
Esta medida supone una gran noticia para avanzar hacia un futuro más sostenible. Así, las instituciones comunitarias han marcado un hito en la lucha contra la basura tecnológica y han allanado el camino para una mayor comodidad para los consumidores. El cargador universal permitirá, además de una menor cantidad de residuos electrónicos, que se reduzca el impacto medioambiental en la fabricación de nuevos dispositivos y la emisión de gases de efecto invernadero.
Del mismo modo, se potenciará una mayor eficiencia y eficacia en el uso de recursos, tanto naturales como tecnológicos. Ya no tendremos que emplear o comprar un cable diferente para cada tipo de producto, y así evitaremos acumular montones de cargadores que, en definitiva, no sabíamos cuándo usar.
Pero, ¿qué podemos hacer con los cables y cargadores antiguos que ya no volveremos a usar? ¿Tenemos que tirarlos, sin más? ¿Dónde debemos desecharlos, en los puntos limpios de nuestras ciudades? Personalmente creo que las entidades públicas y privadas deben ayudar a la ciudadanía con este tipo de dudas, difundiendo guías útiles y consejos sobre qué hacer con los cargadores que dejarán de servir a partir del próximo año. Falta información y ayuda en este aspecto.
Por su parte, las compañías de reparación y reacondicionamiento de productos tecnológicos podemos colaborar y cooperar en alternativas interesantes para minimizar el desperdicio. Por ejemplo, se pueden organizar donaciones de cables y cargadores en buen estado para organizaciones benéficas o escuelas; o coordinar entregas de dispositivos obsoletos para su desmantelamiento y reciclaje adecuado en centros específicos de reparación y revisión. Quizás se puedan utilizar, además, como cables de extensión o adaptadores personalizados para otras aplicaciones.
En definitiva, la unificación del cargador USB tipo C nos beneficia a todos. Hará que hacerse un lío con los cables de smartphones, videoconsolas, auriculares, ratones, teclados y cámaras digitales sea cosa del pasado. Por ello, esta medida contribuye significativamente a la reducción de residuos electrónicos y, a la vez, nos permite concienciarnos sobre la importancia de la normalización y la transformación para convertirnos en consumidores responsables.