En efecto, Vaz, ha tratado de calmar las aguas reclamando que los equipos se concentren en lo que está en sus manos: la vuelta al crecimiento en el negocio después de varios trimestres en negativo. Insistió en que cualquier transacción pasa por una negociación con la cúpula del grupo, por lo que la decisión se tomará en Londres (Reino Unido) y no en Madrid.
Ya lo hizo su antecesor ante la ‘carrera’ para la fusión con Másmóvil, que finalmente fue acordada con Orange. Colman Deegan salió al paso en marzo de 2021 y arengó a los empleados ante el «ruido» de la transacción. Lo hizo en una videoconferencia con los trabajadores en la que planteó la necesidad de «cancelar el ruido centrándonos en ganar el crecer, esperemos que con esta actividad, el ruido se apague solo». Y fue más allá, conjurándose para enfocarse «en lo que podemos controlar haciéndolo lo mejor posible». Esa idea última es muy similar a la que trasladó Vaz en una carta enviada a mediodía del pasado viernes a toda la plantilla.
En esa misiva, según explican fuentes internas de la empresa, Vaz insiste en que lo que está en la mano del equipo local es retomar el crecimiento en el mercado español, donde la operadora británica ha sufrido con una presión comercial creciente ante la expansión del ‘low cost’. Intenta aislar a los equipos de la sacudida corporativa que existe ‘aguas arriba’. Y también trata de sacudirse la presión, insistiendo en que las conversaciones sobre operaciones de desinversión se mantienen con la cúpula en Londres, encabezada por la consejera delegada, Margherita Della Valle.
El ejecutivo portugués también trata de ‘normalizar’ los acercamientos de fondos, entre los que no sólo estaría Zegona sino otros internacionales como Apollo y otros. Lo enmarca en esa «revisión estratégica» en la que es encuentra y que desemboca en el interés de inversores para analizar movimientos. Insiste en que este interés vivo de las gestoras no quiere decir que finalmente se vaya a cerrar una operación, explican las mismas fuentes.
La realidad es que existe una incertidumbre creciente en los equipos de Vodafone en España, cuya plantilla acumula cuatro expedientes de regulación de empleo (ERE) en más de una década y que ha visto desde hace al menos cuatro años cómo la venta de la filial no ha dejado de sobrevolar. Las dudas radican en el nivel de agresividad que adoptaría en la gestión de la plantilla un fondo de inversión que busca una rentabilización de su operación en un plazo establecido.