En este contexto, su evolución de corto plazo en las últimas semanas se ha explicado en gran medida por el diferencial de tipos frente a otras divisas, algo a su vez condicionado por las expectativas respecto a la Fed.
Así, el dólar sufrió una paulatina depreciación durante todo el verano, lastrado por una Fed que se percibía como más agresiva que el resto de bancos centrales (y en particular, el BCE) en la magnitud y rapidez de sus futuros recortes de tipos. Esta tendencia se acrecentó tras el mal dato de empleo de julio. Sin embargo, en las últimas semanas, el dólar se fortaleció, como activo refugio, con el recrudecimiento de las tensiones bélicas en Oriente Próximo. Además, el buen dato de empleo en EE. UU. en septiembre hizo repuntar los tipos monetarios y soberanos a más corto plazo en EE. UU., apreciando el dólar.El riesgo político de las elecciones de noviembre en EE. UU. no ha tenido hasta ahora un gran impacto en la divisa. Los programas de ambos candidatos presentan un conjunto de medidas con efectos contrapuestos y un resultado final incierto en el dólar.
No obstante, el efecto de algunas políticas concretas sí que es más claro. Así, un aumento de aranceles como el anunciado por Trump presenta un riesgo de mayor inflación, mayores tipos de interés y una apreciación del USD.A futuro, esperamos que el dólar continúe una paulatina depreciación hacia su nivel de equilibrio frente al euro.
Para ello, parece necesaria una cesión de los tipos monetarios y soberanos estadounidenses (al menos en los tipos reales), que reduzca el diferencial de tipos frente al euro. Esto debería catalizarse, a medio plazo, tanto por la normalización del mercado laboral estadounidense como por un mayor dinamismo económico en la eurozona; y siempre y cuando la desinflación prosiga su curso a ambos lados del Atlántico
EUR/USD
El USD continúa mostrando una elevada fortaleza frente a sus principales pares, con un tipo de cambio efectivo real considerablemente apreciado frente a su media histórica reciente. En este contexto, su evolución de corto plazo en las últimas semanas se ha explicado en gran medida por el diferencial de tipos frente a otras divisas, algo a su vez condicionado por las expectativas respecto a la Fed.
Así, el dólar sufrió una paulatina depreciación durante todo el verano, lastrado por una Fed que se percibía como más agresiva que el resto de bancos centrales (y en particular, el BCE) en la magnitud y rapidez de sus futuros recortes de tipos. Esta tendencia se acrecentó tras el mal dato de empleo de julio. Sin embargo, en las últimas semanas, el dólar se fortaleció, como activo refugio, con el recrudecimiento de las tensiones bélicas en Oriente Próximo. Además, el buen dato de empleo en EE. UU. en septiembre hizo repuntar los tipos monetarios y soberanos a más corto plazo en EE. UU., apreciando el dólar.
El riesgo político de las elecciones de noviembre en EE. UU. no ha tenido hasta ahora un gran impacto en la divisa. Los programas de ambos candidatos presentan un conjunto de medidas con efectos contrapuestos y un resultado final incierto en el dólar. No obstante, el efecto de algunas políticas concretas sí que es más claro. Así, un aumento de aranceles como el anunciado por Trump presenta un riesgo de mayor inflación, mayores tipos de interés y una apreciación del USD.
A futuro, esperamos que el dólar continúe una paulatina depreciación hacia su nivel de equilibrio frente al euro. Para ello, parece necesaria una cesión de los tipos monetarios y soberanos estadounidenses (al menos en los tipos reales), que reduzca el diferencial de tipos frente al euro. Esto debería catalizarse, a medio plazo, tanto por la normalización del mercado laboral estadounidense como por un mayor dinamismo económico en la eurozona; y siempre y cuando la desinflación prosiga su curso a ambos lados del Atlántico