«Tenemos una brecha en la que los sectores productivos son menos productivos que en Europa», incide el responsable de análisis económico de BBVA Research, Doménech durante la presentación del Observatorio Trimestral del Mercado de Trabajo que este servicio de estudios elabora en colaboración con Fedea.
Doménech explica que este «déficit crónico» se ha ampliado en la última década. La productividad laboral por hora trabajada ha aumentado un 4,2% en España entre 2013 y 2023 frente a un 5,5% en la eurozona. Por su parte, la productividad por ocupado apenas se ha incrementado un 0,7%, mientras que en la unión monetaria ha crecido un 3,2%. De hecho, el valor agregado bruto (VAB) por hora trabajada en España en 2023 era similar al que tenía la zona euro en 1998, según el estudio. El «reducido nivel de productividad laboral» en España llama más la atención cuando se tiene en cuenta que la tasa de desempleo en nuestro país duplica el de la eurozona, cuyo crecimiento de la productividad ha sido, a su vez, menor que el de Estados Unidos en las dos últimas décadas.
El diagnóstico de Fedea y BBVA pone el foco en el «menor peso» en el valor agregado bruto de algunos sectores con niveles de eficiencia productiva comparativamente elevados, como los del sector tecnológico, industria, actividades financieras y otras de alto valor añadido como consultoría o investigación.
Pero el análisis detecta que estas actividades son mucho menos productivas en España que en la zona euro. Es decir, que para mejorar la situación no basta con elevar el peso de estas actividades en la actividad económica, porque también se han visto ‘contagiadas’ por este déficit de productividad laboral que afecta al conjunto de la economía.
Aun así, el estudio reconoce un incremento del valor añadido por hora como por trabajador superior al de la media de la zona euro. Sin embargo, incide en que no se debe a «cambios en el peso de los sectores». Es decir, que ni siquiera en estos últimos años no se ha producido un trasvase de los motores económicos hacia sectores más productivos.
Más bien, la clave es que actividades como turismo y la hostelería, junto al comercio y la logística, se han recuperado con mucha mayor intensidad que en la zona euro tras la pandemia. Aunque en esto puede haber influido un mayor impulso tecnológico, como la implantación del comercio electrónico tras la pandemia y una nueva organización de las formas de trabajo, Doménech recuerda que España se ha visto mucho menos afectada que el resto de la UE por la crisis energética e industrial derivada de la guerra de Ucrania.
En este sentido, no duda en advertir de que los factores que han permitido que la productividad ‘acelere’ respecto a la zona euro son en gran parte «temporales». Eso significa que nuestro mercado laboral no podrá cerrar su ‘gap’ de productividad con el de nuestros vecinos en las circunstancias actuales. Otros datos como el PIB real por ocupado, que ha encadenado tres trimestres a la baja, apuntan a que el incremento de la productividad por hora trabajada fue insuficiente para compensar el descenso del margen intensivo. Esto se traduce en una recuperación de las horas trabajadas más modesta, pese al incremento del número de ocupados. Así, mientras que las horas totales se sitúan un 1,3% por encima de la cifra a cierre de 2019, las horas por ocupado han caído un 3,9%. Un dato que alienta el temor a que más que crear empleo solo se esté repartiendo entre más personas.
En otro orden de cosas, y según ha explicado Felgueroso, investigador de esta institución, durante la presentación del Observatorio Trimestral del Mercado de Trabajo correspondiente al primer trimestre de 2024, tras varios años de convergencia, las series de paro y empleo de la Encuesta de Población Activa (EPA) y las procedentes de registros administrativos como el servicio de empleo (SEPE) o la Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS) «han vuelto a divergir».
Así, la diferencia entre paro de la EPA y el paro registrado disminuyó durante la fase expansiva iniciada en 2014, pero, una vez superada la pandemia y con la aplicación de la reforma laboral, «se produce el fenómeno contrario, con un paro EPA creciendo más que el registrado».
Felgueroso ha incidido en que las diferencias son más evidentes en su composición por edad, donde los desempleados de 45 o más según el SEPE son mayores que en la EPA. Por el contrario, los grupos más jóvenes –de 16 a 25 y de 25 a 44– son más numerosos en las cifras del INE. De esta manera, la suma de diferencias de edades en valor absoluto entre el paro EPA y el registrado ha oscilado en torno a las 870.000 personas desde 2019. «Hay casi 900.000 personas que están en el paro SEPE o en el paro EPA pero no en las dos a la vez», ha asegurado el investigador de Fedea, que ha añadido que este diferencia entre las fuentes se debe a la distinta propensión a registrarse como demandantes y a buscar activamente empleo.
La mitad de los demandantes de empleo de 45 años o más (1,3 millones) no son considerados como parados en la EPA. Además, en torno a 240.000 activos potenciales –desean trabajar, están disponibles para hacerlo, pero no buscan activamente por desánimo u otras razones– en la EPA no están inscritos como demandantes en las oficinas de empleo; un 62 % de los cuales tiene 45 o más años.
Las discrepancias se deben a tres grupos principalmente: los ocupados del sector público afiliados a mutuas de funcionarios, los trabajadores del sistema especial agrario inactivos y aquellos en situación de pluriactividad, que sesgan el alza de las afiliaciones y que ha crecido un 23 % desde 2019. Además, la pluriactividad entre los afiliados ha crecido más que el pluriempleo entre los ocupados EPA, lo que ha ampliado la discrepancia entre las fuentes.