En términos absolutos supondrá pasar de los 6,7 billones de dólares de la actualidad, hasta llegar a superar los 12 billones de euros en cinco años.
La gran ventaja que tenían en su origen los ETF es que permitían replicar la evolución de un índice bursátil con unas comisiones muy bajas, apenas una fracción de lo que se paga en los fondos de inversión convencionales. Es lo que se conoce como gestión pasiva. Una primera evolución supuso el salto a los ETF que replican también índices de bonos, lo que ya permitía construir carteras de activos muy diversificadas.
La última tendencia en este tipo de vehículos es el lanzamiento de fondos cotizados que no se limitan a replicar un índice, sino que buscan activamente inversiones, como los gestores de fondos normales. Firmas como Fidelity, JP Morgan o Ark, han lanzado muchos fondos activos en los últimos años.
Los ETF se empezaron a desarrollar hace ya cuatro décadas en Estados Unidos, y allí tienen una gran penetración. En este país están las grandes firmas, como Vanguard, BlackRock (con su marca iShares) y State Street. En los últimos años, la figura también han empezado a extenderse en Europa. En 2022, el 13% de los lanzamientos de fondos de ETF se produjeron en los mercados europeos, frente al 5% de 2016.
El éxito de los fondos cotizados es tal, que han llegado a surgir gestoras especializadas capaces de crear ETF de marca blanca para otras firmas que quieren utilizar esta figura pero que no cuentan con la infraestructura necesaria.