En primer lugar, nadie pone en duda que la formación dual representa una apuesta firme por la cualificación profesional de nuestros jóvenes, por la creación de empleo de calidad, por la mejora de la competitividad de nuestras empresas y por el fortalecimiento de nuestro tejido productivo. Y segundo, sin duda alguna, es una fórmula que combina lo mejor de dos mundos: la formación teórica en el centro educativo y la formación práctica en la empresa.
Llevamos décadas hablando de la necesidad de implementar la formación dual en España, y ya llevamos doce años desde que en 2012 se aprobaba el decreto clave que, por primera vez, sentaba las bases de la modalidad dual en la Formación Profesional (FP): otorgaba a las empresas un papel más activo en la formación del estudiante, puesto que pasaban a confeccionar, junto con el centro educativo, parte del contenido formativo.
Con sus luces y sus sombras, el balance de estos más de diez años de despliegue de la FP dual, es, en líneas generales, positivo: ha contribuido a una colaboración más estrecha entre el ámbito productivo, el educativo y la Administración; ha dado como resultado unos índices mayores y más rápidos de inserción laboral entre aquellos estudiantes que la han cursado (10 puntos más, según la Fundación Berltesmann); y ha ayudado a la revalorización y prestigio social de la propia FP.
La apuesta por la dual se ha visto consolidada una década después con la aprobación de la Ley Orgánica 3/2022, que extiende la dimensión dual a toda la Formación Profesional, ampliando la oferta formativa dual y adaptándola a las necesidades de un mercado cada vez más cambiante.
Este curso, un hito para la FP
El curso 2024/2025 marca un hito significativo para la formación profesional dual en nuestro país con la implementación de esa nueva ley de la Formación Profesional. Esta legislación, fruto de un extenso proceso de consulta y análisis en el que han participado las Cámaras, tiene como objetivo revitalizar y modernizar el sistema de FP Dual, haciendo hincapié en una mayor integración entre el ámbito educativo y el empresarial.
La nueva ley de FP ha introducido una serie de cambios estructurales y operativos que buscan mejorar la calidad de la formación, aumentar la empleabilidad de los estudiantes, mejorar la calidad educativa, fomentar y reconocer la experiencia laboral acumulada y responder de manera más eficaz a las demandas del mercado laboral.
Por ello, a partir de este curso, todos los ciclos formativos de Grado Medio y Grado Superior combinarán los procesos de aprendizaje en la empresa y en el centro mediante la coparticipación de ambas entidades que serán responsables conjuntos de la formación. Esto implica que desaparecerá el módulo de formación en centros de trabajo siendo todos los ciclos formativos duales.
Aún queda mucho por hacer para optimizar y desarrollar este modelo formativo y especialmente relevante es que la Administración simplifique y agilice los trámites y condiciones a los que las empresas deben hacer frente al acoger a alumnos.
Los próximos años serán clave para posicionar la modalidad dual como piedra angular del sistema de Formación Profesional, del que estoy convencido de su importancia. Especialmente si tenemos en cuenta que uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años está en el desempleo; que, según el último informe de la OCDE sobre educación en España, el 28% de los jóvenes de 25 a 34 años no ha completado el Bachillerato o un Grado Medio de Formación Profesional, mientras que la media europea es del 12%; y que el porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan en España es del 17% para el grupo de edad de 18 a 24 años, superior a la también preocupante media de la Unión Europea, que es del 12,9%.
Estos datos subrayan la importancia de la formación dual como una herramienta para mejorar la empleabilidad de los jóvenes, reducir el abandono escolar y ofrecer una alternativa viable y atractiva para aquellos que actualmente no estudian ni trabajan.
La FP dual ofrece, además, una serie de ventajas que debemos poner en valor y destaco tres: la primera es que existe una corresponsabilidad entre centro educativo y empresa, dado que crean conjuntamente el contenido, con lo que la formación está siempre actualizada y acorde con las necesidades laborales reales; la segunda es que el estudiante recibe formación tanto en el centro educativo como en la empresa. Aprende, por lo tanto, en un entorno real y dinámico; y finalmente, la tercera ventaja es que ayuda a fortalecer la confianza y la autoestima del estudiante, porque forma parte de un equipo de trabajo y está inmerso en un entorno laboral real.
Por todas estas razones, y las anteriormente citadas, merece la pena el esfuerzo de implementar y desarrollar este modelo, porque estoy convencido de que puede ayudar decididamente a abordar estos desafíos y contribuir al desarrollo económico y social de nuestro país.