La decisión, que deberán ultimar los líderes del G7 en una cumbre que se celebrará en Hiroshima la próxima semana, impedirá la reanudación de las exportaciones rusas de gas por gasoducto en rutas a países como Polonia y Alemania, donde Moscú cortó el suministro el año pasado, lo cual provocó una crisis energética en toda Europa. Las potencias occidentales quieren asegurarse de que Rusia no reciba un aumento de sus ingresos energéticos mientras intentan elevarla presión económica 15 meses después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Moscú.
Una de las autoridades, que hablaron bajo condición de anonimato, dijo que la medida era “para asegurarse de que los socios no cambien de opinión en un hipotético futuro”.
Un borrador de declaración del G7 visto por el FT decía que el grupo de economías líderes reduciría aún más su uso de fuentes de energía rusas “incluyendo la prevención de la reapertura de vías previamente cerradas por la militarización de la energía por parte de Rusia” al menos hasta que “haya una resolución del conflicto”. Aunque es improbable que las medidas afecten a los flujos inmediatos de gas, subrayan la profunda determinación de Bruselas de hacer permanente el rápido y doloroso cambio de rumbo que supone dejar atrás décadas de dependencia de la energía rusa.
La cuota de Moscú en las importaciones europeas de gas ha caído de más del 40% a menos del 10%, y un invierno suave ha impulsado el almacenamiento de gas en la UE.