A partir de este dato, que constituye un indicador para evaluar la gestión al frente de estos vehículos de inversión, Gescooperativo analiza las ventajas y limitaciones que concurren en los modelos de administración activa y pasiva. “Que un fondo bata en rentabilidad al índice que toma como referencia viene a indicar que las decisiones tomadas por los estrategas han permitido a los inversores obtener mayores ganancias de las que hubieran conseguido invirtiendo en el mercado en general”.
Los estrategas de la sociedad gestora del Grupo Caja Rural explican que la gestión activa en la industria de los fondos de inversión es aquella que se caracteriza por la existencia de un equipo de gestión que toma decisiones de forma independiente con el objetivo de seleccionar los activos en los que invertir y evalúa el momento del mercado para poder hacer rotaciones de cartera, para lo cual aporta su capacidad de análisis y su experiencia.
Todos estos aspectos son irrelevantes para lo que se conoce como gestión pasiva, donde lo que se pretende es replicar el rendimiento de un índice específico del mercado, como pueden ser el S&P 500 o el IBEX 35.
Desde la gestora de las cajas rurales subrayan que lo que en principio pueden parecer ventajas para el inversor que opta por la gestión pasiva (un menor coste, mayor comodidad), puede convertirse en un problema cuando las bolsas entran en ciclos bajistas. En este contexto, la gestión pasiva no ofrece protección alguna al inversor. “Precisamente, en este tipo de coyunturas, es donde se aprecia la auténtica aportación de valor de los equipos de gestión, pues su capacidad de análisis y anticipación les permiten adaptarse a las diferentes condiciones de mercado. Pueden, por ejemplo, prever subidas o bajada de tipos de interés u otro tipo de eventos, y recomendar en consecuencia qué tipo de activos pueden ser los más adecuados en el nuevo contexto para obtener mayores retornos de sus inversiones”, explican los expertos de Gescooperativo.