Se trata de una cocina central totalmente equipada y preparada para dar servicio a muchas más bocas ávidas de este irreverente bocado; así como para elaborar las bases de las recetas que se siguen terminando con mimo en el estiloso local de Arturo Soria, que evoca al barrio francés de Nueva Orleans con una imponente barra, detalles de vegetación como los de los edificios coloniales, toques industriales, geométricos y un punto de rebeldía que se traslada a cada plato de la carta.
De este modo, y a través del delivery de Uber Eats, Just Eat y Glovo, ya podemos mancharnos las manos en más puntos de Madrid, a un precio más que comedido, con el Po’boy de albóndigas de la nonna con salsa de tomate casera y queso de mozzarella, o lo que es lo mismo, el Jazz Balls; con el sorprendente Vodoo Veggy, relleno de seta ostra crujiente, lechuga, tomate y una picantita salsa remoulade; el recién llegado Philly Cheesesteak; o el clásico más madrileño, Chulapoh’Boy. Así hasta 10 de sus 12 creaciones entre panes -las otras dos siguen en exclusiva en el local-; y el resto de su atrevida oferta.
Atrevida porque hay que tener el paladar entrenado para tomar sus Alitas del infierno, las nuevas Garlic parmesan, o los Chili cheese bites, jalapeños rellenos de cheddar. Aunque los hay más ‘amables’ y para todos los públicos, como por ejemplo los Chicken churros -hay que probarlos porque enganchan-, los caserísimos Nachos Gulah; sus Patatas bravioli o los Huevos rancheros; ensaladas como la Brutus choice, al más puro estilo César; mini brioches como el Steak & Chic o el Smoky salmon; y sus tres postres estrella: Tarta de queso, B.B.Brownie y su irresistible Funky banana.
