Su equipo le llama porque se ha encontrado muerto de un tiro a un italo-americano en el parking del aeropuerto, dentro de su coche. La investigación comienzo sin tener ni datos del muerto ni pistas para seguir y de hecho una buena parte de la novela es el recabar pequeños detalles que no acaban de ser conclusivos para poder identificarle a él y a todo su entorno.
Vanina tiene que recurrir una vez más al anciano inspector jubilado Patanè que no solo es un gran policía, sino que además siempre logra tranquilizar a la subcomisaria en los momentos de indecisión y entre los dos avanzar, aunque muy lentamente. La relación entre ellos es exquisita: se compenetran y entienden los casos con una mirada policiaca única. Como es natural, solo conocen la punta del iceberg que poco a poco irá apareciendo y descubrirán toda una trama mucho más compleja.
Hay que resolver el caso del muerto, pero la novela se ocupa a fondo de los personajes, de sus vidas, de sus problemas que van entrelazándose con la investigación. Los fiscales, los forenses, los jueces todo el entramado de cualquier investigación y que la autora sabe calar no solo en el aspecto profesional, sino también en el humano, van apareciendo y cada uno representando su papel y dejándonos una imagen clara de su personalidad. Los platos típicos de la isla son un ingrediente habitual en la autora, así como los lugares más representativos de Catania. La novela que transcurre en invierno tiene un nuevo elemento, el frío, que sorprende a todos, rompiendo la imagen ideal de que en la isla siempre hace una temperatura benigna. Todo esto repercute en hacer una novela acogedora y ágil.
Al final una vez que se va llegando a una conclusión lógica, todos quieren cerrar el caso, pero ni Vanina ni Patanè lo tienen claro y les asaltan las dudas y no cesan hasta resolverlo de una manera definitiva e incontestable.
La cuesta de los Saponari
Cristina Cassar Scalia
Duomo Nefelibata (2024)
335 págs.