Para el directivo, en términos históricos, los tipos de interés del efectivo decaen rápidamente una vez que los bancos centrales alcanzan su nivel máximo, por lo que, para los inversores de alto patrimonio neto, «tener demasiado efectivo en cartera podría obstaculizar la generación de riqueza a largo plazo».
«La historia ha demostrado que la renta fija y la renta variable superaron al efectivo cuando la Reserva Federal terminó de subir los tipos. Desde una perspectiva a largo plazo, creemos que ahora es el momento de abandonar el efectivo», ha remachado Haggard.
Con todo, aunque el 55% de los inversores se muestra cada vez más inseguro sobre dónde invertir, el estudio ha constatado que hay cierto optimismo a largo plazo, ya que el 63% de los encuestados tiene previsto aumentar su exposición en renta variable a lo largo del próximo año.
En la línea de esa inseguridad, también se aprecia que la mitad de los encuestados se plantea aumentar sus asignaciones a la renta fija -para ese mismo periodo- con el foco puesto en la deuda de mayor calidad.
Entrando al detalle de las preferencias en el ámbito de la deuda, el 90% de estos inversores se inclina por la deuda pública, mientras que esa tasa se reduce en torno al 85% a la hora de incorporar bonos de alto rendimiento (‘high yield’, en la jerga) y bonos corporativos con grado de inversión (‘investment grade’).
Por otra parte, pese al contexto actual de elevadas posiciones en efectivo, un 58% de los inversores espera que la renta fija y la renta variable tengan menos riesgo que el efectivo ya que pueden batir a la inflación en los próximos diez años.
La encuesta ha contado con la participación de 450 inversores globales de alto patrimonio (se requiere de un mínimo de un millón de euros) y tuvo lugar en los pasados meses de diciembre y enero.