Algo grave está ocurriendo en cientos de empresas si el consumo de gas continúa sin despegar ni volver a cifras medias habituales. Estamos frente a una señal inequívoca de que la producción manufacturera nacional tiene problemas graves.
En 2023, el paréntesis de la Semana Santa cayó en abril y en este 2024 lo hizo en marzo, por lo que la correspondiente y natural caída del consumo industrial de gas en ese mes debería verse compensada con un consumo superior en el siguiente.
El Banco de España, en su boletín económico de marzo, analizaba el PMI de producción de las manufacturas que, aunque se mantiene en un terreno negativo, vislumbra cierto impulso positivo. En esta publicación adelantan que el reciente ciclo de desacumulación de existencias ha llegado a su fin y que la demanda de bienes manufacturados crece ligeramente, mostrando señales de una muy leve mejoría de la dinámica de crecimiento, tras dos meses continuados de caída.
Sin embargo, estas perspectivas parecen desvanecerse y los datos reales se alejan de los deseados. Este mes el IGIG de Enagás refleja una caída del -4,8% respecto al pasado 2023. Ni el efecto Semana Santa logra camuflar la tendencia descendente del consumo industrial de gas. Y esta cifra resulta más dolorosa si lo comparamos con un año estándar, ya que la caída resulta superior al -25%.
Muchas razones, pocas conclusiones
Si analizamos los motivos del frenazo, vemos que son muy diversos: un pool bajo, la incierta regulación de la cogeneración, las paradas de mantenimiento anuales, las paradas por huelga, la disminución de las exportaciones por el enfriamiento industrial en toda Europa, las altas importaciones que desplazan la producción nacional, la acumulación de stocks… todas razones reales, evidentes y ciertas, pero que ni nos consuelan ni justifican la preocupante situación de caída del consumo industrial de gas en España.
No se puede negar que un panorama similar se repite en muchos otros países de Europa en los que la demanda de gas industrial se está resistiendo a volver a los niveles habituales. Según datos de GRTGaz, transportista francés, la gran industria francesa cae en los últimos 12 meses un -24,6% respecto a 2018 y 2019. Y, es más, hasta la industria alemana —adalid tradicional europeo— está seriamente tocada por el mismo mal. No en vano, deberíamos considerar como muy preocupantes las noticias publicadas durante las últimas semanas en la prensa germana sobre deslocalizaciones a Estados Unidos o a China. Como reza el refrán, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. La industria española es altamente dependiente de las exportaciones a la eurozona, en la mayoría de los sectores más del 50% de las ventas exteriores son a países de la Unión Europea, algo que puede comprobarse en el observatorio sectorial de CaixaBank Research que analiza el tema al detalle y por sectores. No olvidemos que, en un mundo totalmente globalizado, la falta de competitividad de la vieja Europa ha impactado de lleno en las industrias.
El detalle de todos los datos aludidos puede encontrarlo el lector, como es habitual, en nuestro A Fondo de este boletín electrónico, sección en la que se desglosan y analizan los datos mensuales por sectores.
Ojalá mayo nos traiga más que flores
Consideramos y deseamos que toda esta situación sea meramente coyuntural y que en nuestro próximo boletín del mes de mayo podamos celebrar una remontada del consumo industrial, ese anhelado rebote que no llegó en abril pero que esperemos lo haga en mayo gracias a un aumento de pedidos y una mayor producción industrial.
Ya posicionados en esta primera quincena de mayo, la demanda convencional está creciendo un 4,9%, lo que nos indica un cambio positivo. Ojalá sea que vamos por buen camino. De todas formas y para tomar impulso y ganar confianza, sería deseable que, en lugar de ir languideciendo, se consolidara una política industrial en Europa y en España, una política que muestre un verdadero interés por la industria, por producir en nuestros territorios para depender menos de los países y potencias exteriores. Evitemos esos ya conocidos disgustos y sustos por tener que estar en manos de industrias de mucho más allá de las fronteras europeas. No es tarde, estamos a tiempo aún y —parafraseando a Alain Peyrefitte— pensemos que cuando Europa despierte, podemos asombrar al mundo. No dejemos que las industrias intensivas en energía se vayan de Europa, creemos un marco positivo, eficaz y competitivo para que se queden y puedan descarbonizarse. Ese es un buen futuro.