Así, si uno trata de saber si por fin Puigdemont disfrutara de su ansiada amnistía, tras haber logrado el lio de los pinganillos y que nadie se entienda en el Parlamento, resulta imposible llegar a una conclusión cierta, salvo que efectivamente habrá amnistía, pero se llamara dios sabe cómo, porque todos menos los propios separatistas se encargan de decir que no, que no habrá tal amnistía como hasta ahora se ha venido entendiendo y que se trata de una cosa nueva y distinta.
En este contexto, por ejemplo, la ministro portavoz se limita a decir que toda la decisión o actuación de los socialista se enmarcara dentro del marco constitucional, aunque la Constitución no utiliza, en ningún momento la palabreja, vamos es que ni la menciona, pero no da ninguna explicación de lo pactado y firmado según el líder de ERC el pasado mes de agosto.
Mientras, la vicepresidente Diaz retuerce los argumentos y afirma que la amnistía que reclama el independentismo catalán debe salir de un pacto histórico en el que «no cabe» la vía unilateral.
Según ella, «hay un conflicto político -asegura- que puede ser objeto de un acuerdo político y social. Un conflicto al que nunca debimos haber llegado. ¿Y por qué hablo de acuerdo político y social? Porque en ese acuerdo también deberían estar los empresarios y los sindicatos, la sociedad civil… Un amplio acuerdo que culminaría con una ley orgánica».
En este contexto de negociación para «un amplio acuerdo» Díaz señala, en referencia a los partidos independentistas, que «cuando una parte se sienta a negociar, ya está renunciando a la unilateralidad».
La verdad que todo este galimatías resulta incomprensible, pero el tema se complica aún mas cuando uno trata de saber que va a pasar tras la amnistía ya pactada. Porque inmediatamente después de ella llegara la autodeterminación, y en este caso el lio es mayúsculo, porque el líder de Junts dice que lo que quiere es una «autodeterminación concurrente», igual que en Irlanda,
Si se acuerdan de ello resulta que la no independencia de Irlanda cristalizó en un doble referéndum, en el Úlster y en la República de Irlanda, acordado por Londres y Dublín con la «mediación internacional» del senador estadounidense George Mitchell, un demócrata enviado de la Casa Blanca, entonces ocupada por Bill Clinton, pero que termino mal, porque los independentistas perdieron y no se llegó nada.
Pero la palabreja suena a misteriosa y esas cosas a estos chicos les encanta, luego mucho pinganillo y esas cosas para que todos se entiendan y lo que en realidad están montando es una autentica torre de Babel que alguien, en algún momento. deberá derribar,