Según un estudio que analiza los últimos 186 grandes lanzamientos de la última década, 81 de ellos, es decir, el 44%, los desarrollaron pequeñas compañías y, luego, fueron adquiridas por las multinacionales.
Las estrategias comerciales que utilizan los gigantes farmacéuticos son variadas y normalmente se diferencian por el estado del medicamento a adquirir. Por un lado, están los acuerdos de licencia, que se suelen usar cuando la potencial terapia se encuentra en fases iniciales o intermedias de ensayo clínico. Esta modalidad consiste en adquirir los derechos comerciales del medicamento a cambio de un pago inicial (que, en algunos casos, puede aumentarse en función de la consecución de hitos clínicos o regulatorios) más royalties sobre las ventas conseguidas por la comercialización.
Junto a esta modalidad, también se encuentran otras dos: comprar la molécula objetivo o, directamente, toda la empresa. La primera de ellas, si bien hay algún caso, es bastante residual. Lo más común en estos casos es la adquisición del laboratorio biotecnológico entero, donde hay veces que la razón es una terapia prometedora y otras donde lo que se busca es hacerse fuerte en un área terapéutica concreta. La última modalidad es la que suele dar como resultados las grandes operaciones del sector, como son los 40.000 millones que pagó recientemente Pfizer por Seagen para reforzar su rama oncológica o los más de 30.000 millones que AstraZeneca depositó por Alexion para entrar en el negocio de las enfermedades raras.
Pero también hay compras que si bien se realizan sobre toda la compañía, están motivadas por la existencia de un producto concreto. Aquí, uno de los protagonistas más conocidos es Gilead, que ha realizado en la última década dos movimientos muy interesantes. Por un lado se hizo por 11.000 millones con la empresa que disponía del famoso medicamento que curó la hepatitis C, Sovaldi. Poco después, quiso entrar en una de las novedades oncológicas más disruptivas de los últimos años, las terapias CAR-T, y compró la empresa Kite, que hoy está dentro del organigrama de la multinacional americana.
En España, quien apuesta más por estas estrategias es Almirall, quien se ha hecho con una prometedora cartera dermatológica a base de talonario. Klysiry, Seysara, Ilumetri o el reciente Eggblys son algunos ejemplos de fármacos para la piel.