Estamos en una era de avances que impactarán profundamente en todos los aspectos de nuestras vidas, desde la medicina hasta la economía, pasando por la genética, educación, trabajo, energías, agricultura, transporte o meteorología. Estos cambios que nos dirigen hacia un futuro cuántico, llevan impactando en la sociedad desde el siglo XVIII. De algunos de ellos no se dio un correcto uso en su momento, y por ello, es muy importante que aprovechemos esta experiencia y aprendamos de los errores del pasado para no repetirlos en el futuro. Un claro ejemplo queda documentado históricamente con el denominado Proyecto Manhattan, cuyo plan de investigación y desarrollo científico que se llevó a cabo en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, concluyó con el desarrollo de la primera bomba atómica.
Si miramos desde una perspectiva interdisciplinaria, es crucial comprender la complejidad de los sistemas sociotécnicos. Las relaciones existentes entre las dimensiones social y técnica nos permiten hacer frente a los desafíos actuales y futuros desde una óptica de bienestar y sostenibilidad social.
Desde hace no mucho tiempo, entendemos que lo social y lo técnico no pueden separarse; más bien se complementan y fluye el uno con el otro. Esto contrasta con la visión histórica de la tecnología como algo separado de lo social. Como se comentaba al comienzo de este artículo en el sentido de que el crecimiento tecnológico sin controles sociales ha generado problemas tanto para las personas como para los ecosistemas del planeta. Pero los movimientos sociales de los años 60 y 70, ya indicaban que deberíamos frenar el avance técnico sin límites para combinarlo con lo humanístico y social, logrando así cambios en la sociedad y en la política. En este aspecto, la definición de sistemas sociotécnicos del escritor y reformador social, Thomas Hughes, subraya la interconexión entre elementos físicos, organizaciones, elementos legales y recursos naturales, mostrando cómo la actividad de uno influye en todos los demás.
Hay múltiples razones que nos hacen llegar a la conclusión de que es hora de avanzar hacia un paradigma sociotécnico interdisciplinar, donde la colaboración entre las ciencias sociales y las ciencias técnicas sea la norma. Este enfoque debe orientarse hacia la creación de productos, técnicas y políticas públicas que promuevan la sostenibilidad y el avance de la ciencia de manera sostenible.
Y es que la sociedad actual enfrenta múltiples transiciones, desde lo digital hasta lo energético y lo demográfico. Todos estos desafíos están interrelacionados y requieren conocimientos y acciones colaborativas para promover transformaciones que generen impactos positivos. Es fundamental abandonar la perspectiva que afirma la existencia de una única rama de conocimiento para cada problemática, y adoptar una ciencia colaborativa que las aborde desde múltiples ángulos. Solo así podremos alcanzar un mayor compromiso ético y diseñar un futuro que promueva la equidad, la calidad de vida y el bienestar para todos.
Por este mismo motivo se creó el Instituto de Investigación de Políticas de Bienestar Social de la Universidad de Valencia, Polibienestar, que representa un ejemplo de cómo la investigación interdisciplinaria puede contribuir al avance del conocimiento sociotécnico. Esta colaboración entre diversas disciplinas es crucial para el avance de la sociedad y de la ciencia. En esta línea, recientemente se ha publicado el Tratado General de Trabajo Social, Servicios Sociales y Política Social, que constituye una obra pionera recogiendo de forma holística e integrada desde los aspectos conceptuales y metodológicos clásicos hasta los más vanguardistas que vertebran y dimensionan de forma actualizada esta área de conocimiento. Desde este Tratado animo a estudiantes, profesores y profesionales a actualizar sus conocimientos y comprender mejor la profunda complejidad de las políticas públicas y, por consiguiente, a desarrollar mejor su trabajo y sus investigaciones.