Y todo ello termina en que uno percibe que la escala de valores se ha deteriorado tanto, se ha frivolizado de tal manera que lo importante, lo realmente vital, lo hemos dejado a jun lado y nos ocupamos de trivialidades, mientras otros tienen todavía que seguir luchando por su supervivencia.
Lo curioso de todo ello es que esa realidad sangrienta noi esta tan lejos de donde nosotros elucubramos delante de un esplendido vino sobre esto o aquello como si en ello nos fuese de verdad la vida, como si determinar la importancia de unos pocos escaños fuese lo ultimo que hubiese que hacer en esta vida.
Y de repente, nos puede pasar lo mismo que a nuestros vecinos de Marruecos con el terremoto o a nuestros compatriotas de Las Palma con el volcán y no digamos nada con la guerra de Ucrania o la de Israel. Y es que, con tanta comodidad, con tanta abundancia de todo hemos perdido esa escala de valores, esa moral de lo importante que nuestros mayores supieron reconocer y defender y que nosotros hemos guardado en el fondo del cajón como si eso fuesen historias pasadas y que nunca mas volverán a nuestras vidas.
Pues no, La realidad es otra muy distinta y deberíamos de dejar las tonterías en el cajón, en la parte mas profunda de él, y recuperar esos valores y aplicarlos al día a día. A lo mejor llamábamos a las cosas por su nombre y muchos problemas dejaban de ser tales y la convivencia volvía a ser posible sin mentiras, sin tapujos, sin engaños, porque la vida, lo que de verdad importa y es vital para todos hay que pelearlo y obtenerlo o nos lo arrebataran definitivamente.