En la primera fase, son unos personajes serios, taciturnos cargados de responsabilidades en representación de sus partidos, es decir, que con excepciones estamos hablando de representantes de corpúsculos de cuatro gatos que han conseguido unos miles de votos y que cuentan con un número muy limitado de diputados, pero que dada la composición de la Cámara y la lamentable ruptura de relaciones entre los partidos mayoritarios son los que mandan en el país y deciden con esos pocos diputados el futuro de España, y eso parece imprimirles una sensación de seres importantes y vitales para los cuarenta y tantos millones de españoles.
Sus caras tratan de reflejar esa, mas que teórica, importancia al señor portavoz del partido determinado que ha tenido el honor de ser convocado por el candidato a dirigir, hacia no se sabe dónde, esos destinos.
Lo curioso es que esa imagen cambia cuando dan cuenta de lo tratado entre las partes en esas mas que breves e insulsas reuniones. Todos terminan diciendo lo mismo: “nuestro voto no está decidido habrá que seguir negociando” o “solo hemos venido a negociar la investidura, la legislatura será otra negociación” y se quedan tan panchos.
Señor mío, si la reunión no vale para nada, ¿para que la celebran? No hay quien lo entienda
El país lleva paralizado, meses. El retraso que la nula gestión de un gobierno en funciones esta produciendo en miles de asuntos. Pero ellos siguen jugando con el ciudadano como si le importase tres pimientos y lo único importante fuese el postureo político de tres al cuarto.
Luego se quejan de que la gente les abuchea. Pues es lo menos que les pueden hacer ya que otra cosa es imposible hasta la próxima convocatoria de elecciones que, Dios sabe cuándo serán, y mientras tendremos que seguir aguantando toda esta farsa absurda de mentiras y sucios trapicheos de yo te doy y tu me votas, cuanto pides por tu voto, etc, etc.
Esto se va pareciendo cada vez mas a las famosas republicas bananeras que tanto se han criticado.