La brecha de género en las pensiones es algo extensamente documentado y afecta tanto a su acceso (ellas cobran menos pensiones contributivas) como a su cuantía. Es un peldaño más en la larga escalera de desigualdad que las mujeres van escalando a lo largo de su vida y que, ya en este punto, arrastra otras muchas cargas. La gran mayoría de mujeres que en la actualidad están en la edad de ser beneficiarias de una pensión pertenecen a unas generaciones en las que ellas lo tenían sumamente complicado para tener una carrera de cotización suficiente.
Muchas dedicaron sus vidas exclusivamente a las tareas del hogar y los cuidados, que nunca han sido reconocidas como un trabajo ni han sido remuneradas. Por otra parte, la mayoría de las que trabajaron fuera, lo hicieron de forma discontinua, a tiempo parcial e incluso en puestos en la sombra: limpiaron, plancharon y cocinaron en casas propias y ajenas sin cotizar nunca a la Seguridad Social.
En las últimas décadas, la incorporación al mercado laboral de la mujer ha sido progresiva, pero a día de hoy siguen llevando a cuestas lastres que simplemente se justifican por motivos de género como la maternidad. Todavía son ellas las que mayoritariamente piden las reducciones de jornada o dejan sus empleos para cuidar a sus hijos o a sus mayores.
Todo esto ha provocado en las generaciones pasadas y provocará en las futuras que la protección social de la que disponen las mujeres esté muy por debajo de la de los hombres, tal y como se refleja en los últimos informes publicados por la Seguridad Social.
Por ejemplo, del conjunto de mujeres pensionistas, el 68,9% reciben una prestación cuya cuantía está por debajo del SMI, que este 2023 está situado en 1.080 euros mensuales. En el mismo tramo están el 51,8% de los hombres, un 17% menos. La proporción adquiere una tendencia inversa conforme va subiendo el importe recibido: el 29% de las mujeres cobra una cuantía que se sitúa entre SMI y la máxima, frente al 43,2% de los hombres. La pensión máxima o superior llega al 2,1% de las mujeres y al 5% de los hombres. De las 9.214 que se reparten en Málaga, un 70% tiene un destinatario masculino.
La Seguridad Social aplica varios incentivos para paliar la desigualdad en las prestaciones. El complemento a mínimos, por ejemplo, es una cantidad que se añade al importe de la pensión contributiva cuando no alcanza el mínimo fijado legalmente. En la provincia, lo perciben el 29,1% de los pensionistas y el 65% son mujeres.
Existe también un complemento específico por brecha de género “con el que se persigue reparar el perjuicio que han sufrido a lo largo de su carrera profesional las mujeres por asumir un papel principal en la tarea de los cuidados de los hijos que se proyecta en el ámbito de las pensiones”. En Málaga hay 16.943 pensionistas que lo reciben con un importe medio que varía según el número de hijos de 69,79. El 86,6% son mujeres.
La brecha también se percibe en el número de beneficiarios que reciben varias pensiones diferentes: el 81,7% son mujeres.