Cuando pensaba que se le empezaban a enderezar las cosas, que su estancia veraniega en Canarias había sido fructífera y que se enfrentaba a una segunda parte de Legislatura con ciertas garantías de aguantar ordenadamente y plantearse así la reelección, todo en unos pocos días ha saltado por los aires..
En efecto, pocos días después de poner fin a las vacaciones y en un alarde de osadía peligrosa pero eficaz si salía bien, lanzo una enorme carga de profundidad, el ataque al gobierno judío con su genocidio que resulto ser de u a eficacia demoledora contra los de Feijoo.
El y sus muchachos lo celebraban e insistían machaconamente con la palabrita de marras y hundían a lo populares sin piedad, que además no sabían ni que decir ni que hacer. Así las cosas, llego el primer aviso; el fiscal general a juicio. Por esperado, no dejo de ser una rebaja, un primer golpe para los ufanos sanchistas.
Pero, pasado el primer impacto el optimismo volvió a las filas gubernamentales, pero por poco tiempo, porque de repente sin nadie esperarlos salto la chispa delos relojes antiviolencia que se convirtió en poco tiempo en un fuego al estilo gallego que empezaba a arrasar áreas y áreas de poder porque, entre otras cosas no tenía respuesta.
Y entre las llamas las derrotas parlamentarias en contra de lo pactado con Puigdemont levantaron la sospecha de que lo ganado con el genocidio se evaporaba.
Pero ahí no acabo lo peor, De pronto, el hermano del jefe y la cúpula socialistas extremeña eran llamado a juicio con visos de terminar condenados. Explosión violenta y el jefe en Nueva York intentado triunfar internacionalmente y recuperar mas enteros de prestigio. Todo se viene abajo.
Y cuando estaban en lo peor, va el juez Pintado y sale con el enjuiciamiento de la señora a la que amenaza, nada mas y nada menos, que con un juicio popular. El desastre es mayúsculo de los órdago a la grande.
Y el jefe en Nueva York y su equipo en Moncloa sin saber que hacer hasta el punto de que los ministros huían por los pasillos del Congreso sin querer hablar con nadie.
¿Aguantara don pedrito el tirón?
La respuesta, esta vez, si que vale un millón.