Stiglitz afirmó que el problema inflacionista, aunque haya provocado los aumentos de precios más altos desde los años 70, proviene de causas diferentes a lo que se vio tras la crisis del petróleo. Stiglitz explicó que la pandemia era un “shock sectorial” y temporal. “La raíz de la inflación vino derivada de las interrupciones en las cadenas de valor y la escasez de chips. La subida de tipos no iba a solucionar esa escasez”, indicó Stiglitz. El economista defendió que el comportamiento de los precios sigue derivándose de esos choques iniciales de oferta, provocados por la pandemia, y no por la evolución de la demanda agregada. La guerra exacerbó los problemas inflacionarios al importar productos de precios elevados, pero no los causó, advirtió el académico. En la UE, este agravio ha sido superior, según indica Stiglitz, por el “mal modelo” de fijación de los precios de la electricidad del continente.
En el debate, Stiglitz también aconsejó a la Unión Europea que revise ese mecanismo de fijación de precios eléctricos, que consideró incapaz de funcionar bajo el impacto de la guerra. “Había una rigidez de pensamiento que no reconocía que el mundo había cambiado”, y al final los países tuvieron que intervenir con ayudas a las empresas más dependientes del gas tras negarse a intervenir en el mercado. “España y Portugal salieron mejor parados”, argumentó sobre el tope de precios del gas acordado para el mercado ibérico.
El economista aprovechó la ocasión para asegurar que en el contexto actual no existe riesgo de una espiral precios-salarios, ya que el mercado laboral, tanto estadounidense como europeo, se encuentra tensionado y los márgenes de las empresas se encuentran muy elevados, mientras los salarios reales descienden. Stiglitz habló del caso de las aerolíneas: “Los precios han subido, los márgenes han subido, a pesar de que durante la pandemia contaron con un enorme apoyo de los estados. [El aumento de los ingresos] No está yendo a los trabajadores y se nota en un aumento de los márgenes. Y también ocurre en otros sectores”, argumentó.
Este aumento de los beneficios empresariales está siendo, del mismo modo, empeorado por las subidas de tipos y explicó que, al aumentarlos, los incentivos de las empresas se centran “en el presente, no en el futuro” a la hora de aumentar los recargos y acumular. En este sentido, el académico, afirmó que era necesario tributar por los beneficios excesivos y extraordinarios para canalizarlos a los sistemas de protección social y recordó que estas medidas no desincentivarán a las empresas, ya que “es un impuesto sobre los beneficios. No es un impuesto sobre el capital”, concluyó.
El economista se posicionó en favor de las inversiones encaminadas a la transición energética verde. “Es importante centrar los esfuerzos en aquello que de beneficios a largo plazo y las inversiones verdes van a tener beneficio, hagamos lo que hagamos y dure lo que dure la guerra”, indicó. Del mismo modo, también afirmó que otro asunto que se necesita abordar es el aumento de la producción de alimentos, principalmente del grano y del arroz, que han sufrido bajadas de la producción sin precedentes.