Pero este descenso no impide que los trabajos de corta duración sigan teniendo un peso desproporcionado en el mercado laboral español. El dato de 2023 es todavía superior a los registrados durante la crisis financiera, apoyados ahora por la elevada volatilidad de unos contratos fijos discontinuos, que parecen haber tomado el relevo de los temporales más precarios.
De hecho, el pase a la inactividad de un contrato fijos discontinuo, es decir, el momento en el que el asalariado deja de trabajar y queda a la espera de que su empresa vuelva a llamarle, se ha convertido en el segundo motivo de baja de afiliación a la Seguridad Social. En 2023 se produjeron 4,3 millones de estos casos, un 496% más que antes de la reforma laboral. La primera sigue siendo el final de un contrato temporal, que suma 9,3 millones de bajas, tras retroceder ‘solo’ un 30%.
El contrato fijo discontinuo existe desde hace décadas en España y, de hecho, siempre se planteó como una alternativa a los contratos temporales en sectores con una marcada estacionalidad, como el turismo o la hostelería. La idea era que ocuparan puestos eventuales, pero recurrentes, con lo cual al término de la actividad el trabajador contaba con la garantía de volver a ser llamado. Pero este compromiso tiene sus desventajas: hasta que vuelve a ser llamado, el asalariado es dado de baja a la Seguridad Social y no cobra ningún salario. Tampoco percibe ninguna indemnización (a diferencia de los temporales, que cobran 12 días por años trabajados al finalizar su contrato). Puede, eso sí, buscar otro trabajo y, si no lo encuentra, solicitar una prestación por desempleo si ha cotizado lo suficiente. Aunque no cuenta como parado en las estadísticas del SEPE.
La reforma laboral de 2012 ya intentó potenciar esta figura, pero ni de lejos tanto como lo ha hecho la de 2021, que convirtió a esta figura en el sustituto ‘de facto’ de los desaparecidos contratos temporales por obra y servicio. Esto no solo ha generalizado su uso, sino que ha contribuido a que el encadenamiento de altas y bajas sea más volátil, ya que se aplica en sectores en los que el concepto de «actividades eventuales pero recurrentes» es mucho más difuso. Y volátil. La polémica sobre el papel de los fijos discontinuos tras la reforma se ha centrado en su peso en las estadísticas de paro, pero una cuestión más relevante es si suponen un ‘maquillaje’ de la temporalidad. El Gobierno defiende que los fijos discontinuos solo suponen un 4% del total de la afiliación media (6% si solo contamos a los asalariados), pero algo similar se puede decir de los temporales.
Estos suponen el 60% de los contratos firmados cada mes, pero solo el 17% de los afiliados. Un desfase que apunta a que el número medio de asalariados que cotizan a la Seguridad Social no es el único dato que conviene mirar cuando cientos de miles de trabajadores encadenan un elevado número de entradas y salidas del mercado laboral. Por eso conviene analizar también el número de bajas de afiliación y sus causas.
En cualquier caso, el número de bajas asociadas a empleos eventuales ha registrado un descenso notable respecto al récord anotado en 2019, cuando sumaron 17 millones. Ese año supuso el punto álgido de una tendencia iniciada tras la aprobación de la reforma laboral de 2012 y que supuso que la recuperación económica se sostuvo sobre trabajos cada vez más volátiles.
La pandemia frenó en seco esta tendencia, en parte porque la destrucción de empleo se cebó en los eventuales en los sectores más afectados por los confinamientos. Aunque la recuperación posterior del empleo en 2021 tampoco supuso un repunte de los empleos más volátiles, ya que las bajas por fin de un contrato temporal no volvieron a los niveles previos a la crisis sanitaria. En este sentido, la reforma laboral habría servido como muro de contención al repunte de las bajas ligadas a la eventualidad, pero el retroceso de las debidas al fin de un contrato temporal propiamente dicho se ha visto compensadas en buena parte por el aumento de las ligadas al pase a la inactividad de un fijo discontinuo. De hecho, la cifra de 2023 sigue superando las anotadas en 2015, 2014 y 2013.
Así, los datos de Seguridad Social refrendan los de otras fuentes como Eurostat, que señalan que España sigue siendo el segundo país europeo en tasa de temporalidad, por detrás de Holanda, y el primero en rotación laboral. Exactamente igual que antes de la última reforma laboral.