Casi todos los bancos centrales del G10, con la única excepción del Banco de Japón, subieron los tipos de interés a un ritmo vertiginoso a principios de año. Si bien el impacto del endurecimiento monetario aún no se ha sentido ni se ha reflejado por completo en las condiciones macroeconómicas, estos agresivos ciclos de subidas sin duda han dado sus frutos. En su mayor parte, las presiones inflacionistas han disminuido, incluso en los índices subyacentes (menos volátiles), y las tasas de crecimiento de los precios al consumo han caído bruscamente desde sus máximos, aunque se mantienen por encima de los objetivos de los bancos centrales.
Tal y como anticipamos hace un año, las recesiones profundas y prolongadas que preocupaban a los inversores a principios de año no se han materializado en 2023. Sin duda, las estrictas condiciones financieras y las elevadas tasas de inflación han reducido el poder adquisitivo de los hogares y han pesado sobre el desempeño económico, pero no en la medida que habían previsto tanto los economistas como los bancos centrales. El Índice de Sorpresa Económica del G10 de Citigroup (CESI), que representa la evolución de los datos con respecto a las estimaciones de los economistas, se ha situado por encima de cero alrededor de tres cuartas partes del año, y el FMI ha aumentado sus previsiones de crecimiento para 2023 para casi todos los países y áreas económicas en relación a sus estimaciones de octubre de 2022.
La economía más destacada entre las principales ha sido la economía estadounidense, que sigue creciendo por encima de las expectativas. De hecho, el crecimiento de EE.UU. se ha acelerado en la segunda mitad del año, sobre todo tras el exitoso desempeño del tercer trimestre, en el que la economía registró una expansión de más del 5% anualizado. Las ajustadas condiciones del mercado laboral siguen respaldando el gasto de los consumidores y actúan como escudo durante el auge inflacionista. El relativo aislamiento de EE.UU. de la débil demanda global también ha protegido en parte a la economía y debería aumentar las posibilidades de un “aterrizaje suave”, en el que la inflación se reduce al objetivo de la Reserva Federal y se evita una recesión.
A las economías europeas les ha ido bastante peor que a la estadounidense en 2023, en parte debido a una mayor sensibilidad al aumento de los tipos de interés. Desde mediados de 2022, la economía de la eurozona no ha crecido prácticamente nada, y cada vez parece más probable que se produzca una recesión técnica poco profunda en el último trimestre del año, tras la modesta contracción del tercer trimestre. La economía británica ha resistido algo mejor que la de la eurozona, aunque la expansión también ha sido débil, lo que no da motivos para alegrarse. Sin embargo, el modesto crecimiento registrado en el Reino Unido ha sido una agradable sorpresa en comparación con las sombrías previsiones del Banco de Inglaterra a finales del año pasado, que en un momento dado llegó a prever la mayor recesión del PIB británico en la historia moderna.
Con unas tasas de inflación en clara trayectoria descendente y unos indicadores de actividad económica que apuntan a una posible ralentización, la mayoría de los ciclos de subidas de tipos de interés de los bancos centrales parecen haber llegado a su fin, y el mercado especula sobre el ritmo y el calendario de los recortes de tipos. Aunque pensamos que la relajación de la política monetaria aún está lejos en la mayoría de los casos, la caída de las presiones sobre los precios y las frágiles perspectivas de crecimiento mundial han hecho que los inversores apuesten por que la reversión de la política monetaria comenzará antes de lo previsto. Esto ha llevado a un amplio retroceso de los rendimientos de la deuda pública en las últimas semanas, provocando sobre todo una fuerte caída de los tipos de los bonos del Tesoro, lo que ha contribuido en parte al repunte de las divisas de riesgo frente al dólar estadounidense desde finales de octubre.
Parece que el índice del dólar estadounidense terminará el año prácticamente sin cambios, tras caer en octubre desde su nivel más alto en diez meses. Sorprendentemente, el franco suizo (+5,8% frente al dólar) ha sido la divisa con mejor rendimiento del G10 este año, seguida de la libra esterlina (+4,9%), que se ha beneficiado de la postura agresiva del Banco de Inglaterra y de unos resultados económicos mejores de lo esperado en el Reino Unido. A pesar de la persistente preocupación por el estado de la economía del bloque común, el euro (+1,2%) también se ha apreciado frente al dólar en lo que va de año, ya que el Banco Central Europeo ha subido los tipos a un ritmo mucho más agresivo que sus principales homólogos en los últimos doce meses. En el otro extremo se sitúan la corona noruega (-9,7%) y el yen japonés (-10,3%). Este último se ha comportado especialmente mal debido a la postura ultra moderada adoptada por el Banco de Japón.
Entre las divisas de los mercados emergentes, las que mejor rendimiento han tenido han sido las latinoamericanas, en particular el peso colombiano (+21,4%), el peso mexicano (+12,2%) y el real brasileño (+8,8%). Los elevados precios de las materias primas y los altos tipos de interés reales de la región, entre otros factores, han seguido beneficiando a estas divisas. Las de Europa Central y Oriental les siguen de cerca, a pesar de la agresiva relajación de las política monetaria llevada a cabo en parte de la región. Por el contrario, la frágil situación de la economía china y los continuos problemas del sector inmobiliario del país han lastrado a las divisas emergentes de Asia, la mayoría de las cuales cotizan a la baja frente al dólar.
Divisas con mejor comportamiento en 2023 (a 06/12/23)*:
1) Peso colombiano +21,4%
2) Peso mexicano +12,2%
3) Zloty polaco +9,3%
4) Real brasileño +8,8%
5) Florín húngaro +7,0%
Divisas con peor comportamiento en 2023 (a 06/12/23)*:
1) Naira nigeriano -42,6%
2) Kwanza angoleño -39,2%
3) Lira turca -35,3%
4) Kwacha zambiano -24,6%
5) Chelín keniano -19,5%
*de las analizadas periódicamente por el equipo de Estrategia de Mercado de Ebury.
En general, los niveles de volatilidad implícita de las divisas han sido más bajos este año que en 2022, aunque el año pasado fue una excepción y no la regla. El Índice de volatilidad de divisas en USD del Deutsche Bank, un índice ponderado de las expectativas de los inversores sobre la volatilidad futura de varios de los principales pares de divisas, se ha mantenido este año por encima de los niveles de los últimos tiempos, salvo al comienzo de la pandemia. Pero, ¿podemos esperar una volatilidad igual de elevada en 2024? ¿cuáles serán los principales focos de atención para los inversores en los próximos doce meses? A continuación exponemos nuestras principales previsiones para el próximo año, con una visión general de los factores que, en nuestra opinión, podrían tener un impacto más significativo sobre las divisas en 2024.
1) Los bancos centrales recortarán los tipos de interés, pero todavía no
Muchos de los principales bancos centrales emprendieron en 2022/23 uno de los ciclos de endurecimiento más agresivos de su historia. Es cierto que estas subidas de tipos aún no se han reflejado por completo en los datos macroeconómicos, sobre todo en las economías poco sensibles a los tipos de interés y con grandes retrasos en la transmisión de la política monetaria, como es el caso de Estados Unidos, donde las hipotecas a tipo fijo de larga duración son la norma. Sin embargo, creemos que la mayoría de los responsables de la política monetaria ya habrán visto suficientes indicios de una tendencia a la baja de los indicadores de inflación y de una ralentización de la actividad económica como para creer que el próximo movimiento de los tipos debería ser una bajada, aunque aún no lo hayan reconocido formalmente. No sólo las enormes sorpresas al alza en las tasas de inflación son ya cosa del pasado, sino que los índices de sorpresa de inflación de Citigroup han pasado a ser negativos, donde han permanecido durante la mayor parte del año.
En el G10, los excesos de inflación se han moderado considerablemente en la mayoría de los casos, y ahora se sitúan a 0,5 puntos porcentuales o menos de los objetivos de inflación de los bancos centrales en la eurozona, Suiza y Canadá. Incluso las medidas más rígidas de la inflación subyacente tienden a la baja, a pesar de mantenerse en su mayor parte muy por encima del objetivo. Este proceso desinflacionista también se ha hecho patente en los países de los mercados emergentes en diversos grados, y varios de bancos centrales de las naciones en desarrollo ya han empezado a recortar los tipos, sobre todo en Europa Central y Oriental y en América Latina. La inflación debería seguir disminuyendo en 2024, a medida que se modere el consumo y se acelere el enfriamiento de los mercados laborales, aunque en general no se espera un retorno a los objetivos de los bancos centrales hasta finales del próximo año como muy pronto.
No nos dejamos llevar demasiado por las recientes cifras de inflación y sostenemos que la valoración que hace el mercado de la relajación de la política monetaria es ahora excesiva. Creemos que los tipos de interés elevados se mantendrán durante un tiempo, debido a los siguientes factores:
1) Los mercados laborales siguen tensionados, caracterizados por un bajo desempleo y un elevado crecimiento salarial. Hasta ahora no hemos visto más que ligeras señales de enfriamiento en las condiciones de los mercados laborales a nivel mundial. Las tasas de desempleo se mantienen sólo ligeramente por encima de los mínimos históricos de varias décadas en Estados Unidos y la eurozona. Los ingresos nominales también siguen creciendo a tasas elevadas que ya superan el ritmo de crecimiento de los precios al consumo, lo que provoca principalmente un aumento de los costes en el sector de los servicios, que requiere mucha mano de obra. Es poco probable que esta fortaleza del mercado laboral provoque un nuevo repunte de los precios al consumo, aunque puede ser suficiente para retrasar la senda hacia los objetivos de inflación de los bancos centrales.
2) La caída del precio de la energía dejará de reflejarse en los índices de inflación. Uno de los principales motivos detrás del repunte de las tasas de inflación en 2022 fue la subida de los precios de la energía en los meses posteriores a la invasión de Ucrania por parte de Rusia a principios del año pasado. Por supuesto, los precios de la energía han bajado mucho desde entonces, lo que ha contribuido en parte a reducir la inflación general. Sin embargo, estos descensos anuales de los precios de la energía desaparecerán pronto, e incluso podrían volver a ser positivos en los próximos meses.
3) La «última milla» en la lucha contra la inflación será la más dura y la más lenta. Parece existir un consenso general entre los responsables de la política monetaria de todo el mundo en que la batalla más difícil en la lucha contra la inflación está aún por llegar. Las tasas de inflación persistentemente altas son algo muy difícil de eliminar, ya que los hogares y las empresas se adaptan al entorno inflacionista exigiendo salarios más altos y fijando precios más altos, respectivamente. De hecho, muchas personas seguirán estando en peor situación en términos reales que antes del reciente episodio inflacionista, y tal vez sigan buscando salarios más altos para compensar los anteriores aumentos de los precios al consumo. Las huelgas de trabajadores siguen siendo habituales, al igual que la escasez de mano de obra, lo que debería servir para apuntalar el crecimiento salarial.
4) Se necesitan más pruebas del retorno a los objetivos de forma «sostenible». Hasta ahora, los responsables de la política monetaria de los principales bancos centrales se han abstenido de señalar el fin del endurecimiento, al tiempo que han indicado que los recortes de los tipos de interés siguen estando muy lejos. Creemos que la clave de esta postura de línea dura es el deseo de que la inflación vuelva al objetivo de forma sostenible. En otras palabras, los banqueros centrales deben confiar en que la inflación se mantendrá en torno al nivel objetivo a medio plazo, y que no será un éxito pasajero. Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta lo imprecisos que fueron al predecir la persistencia de las elevadas presiones sobre los precios al principio del episodio inflacionista mundial.
A pesar de la reciente retórica agresiva de los responsables de la política monetaria, los mercados financieros están valorando actualmente que los principales bancos centrales adoptarán un ritmo bastante agresivo para la relajación de sus políticas en 2024. En estos momentos los futuros de los fondos federales prevén un primer recorte de tipos por parte de la Reserva Federal en marzo, y un total de 115 puntos básicos de recortes para finales de año, mientras que los swaps prevén un ritmo muy similar de relajación de la política monetaria por parte del Banco Central Europeo. Las expectativas para los tipos del Banco de Inglaterra son algo menos agresivas, aunque los inversores siguen viendo bastantes posibilidades de que se inicien recortes a mediados de 2024, y se considera que el tipo de referencia del Comité de Política Monetaria terminará el año en torno a 70 puntos básicos por debajo de los niveles actuales.
Debido a los factores anteriores, pensamos que las expectativas del mercado sobre los recortes de tipos son excesivas, en especial en EE.UU., donde la sensibilidad a la subida de tipos es menor y los consumidores parecen hasta ahora casi inmunes a una política monetaria más restrictiva. Esperamos cierto grado de relajación de la política monetaria de la Reserva Federal el año que viene, aunque no prevemos el comienzo de los recortes hasta mediados o la segunda mitad de 2024. En nuestra opinión, el Banco Central Europeo será más moderado que la Reserva Federal en 2024, ya que, a diferencia de EE.UU., el crecimiento en el bloque común ya se ha frenado en seco. Un primer recorte de tipos del BCE en primavera parece razonable, lo que podría provocar una cierta caída del euro a corto plazo. En cuanto al Banco de Inglaterra, la inflación subyacente persistentemente alta y las elevadas presiones salariales en el Reino Unido deberían retrasar el proceso de relajación, potencialmente hasta bien entrado el próximo año.
Independientemente del ritmo de la flexibilización, no se vislumbra una vuelta a los tipos cero y al límite inferior efectivo que vimos tras la crisis financiera, y vemos un cambio estructural por el que los niveles neutrales de los tipos se sitúan ahora mucho más altos de lo que hemos visto desde 08/09.
2) El crecimiento mundial se ralentizará a medida que el endurecimiento de la política monetaria se transmite a las condiciones macroeconómicas
En nuestro informe de previsiones del año pasado sobre el mercado de divisas para 2023, compartimos nuestra opinión contraria de que, aunque este año se materializaría una desaceleración de la economía mundial, los descensos no serían tan drásticos como se esperaba y se evitarían recesiones bruscas. En efecto, así ha sido. Hasta ahora se ha evitado un «aterrizaje forzoso» en EE.UU., donde el crecimiento parece haberse acelerado en el segundo semestre del año, tras los impresionantes resultados del tercer trimestre. El crecimiento de la economía británica ha superado las expectativas, mientras que parece que la eurozona parece sólo entrará en una recesión técnica más bien leve. De hecho, el FMI elevó su previsión de crecimiento para 2023 a nivel global y para las economías avanzadas en 0,3 y 0,4 puntos porcentuales, respectivamente, entre octubre de 2022 y octubre de 2023.
En general, parece que la expansión se ralentizará ligeramente en los próximos meses, y el FMI prevé un crecimiento del 2,9% para la economía mundial el próximo año, frente al 3,0% de 2023. La reducción de las tasas de inflación y el retorno del crecimiento real de los salarios a terreno positivo deberían apoyar el consumo en 2024. Por otro lado, las estrictas condiciones financieras seguirán mermando el poder adquisitivo de los hogares, sobre todo a medida que venzan más contratos hipotecarios a plazo fijo en los países en los que los créditos de corta duración son habituales. Un enfriamiento continuado de las condiciones de los mercados laborales, que ya han empezado a mostrar algunos signos de deterioro, también tendría un efecto similar.
A continuación exponemos nuestras expectativas para algunas de las principales economías del mundo en 2024.
Estados Unidos
Tras unos resultados extraordinariamente impresionantes en 2023, prevemos una moderación relativamente significativa del crecimiento de EE.UU. el próximo año, y una continuación de la tendencia de moderada debilidad de los datos de actividad económica que hemos observado hasta ahora en el cuarto trimestre. Esta opinión se basa en parte en lo siguiente:
1) Las condiciones monetarias seguirán siendo restrictivas y el FOMC no tiene prisa por bajar los tipos. Los últimos comunicados de los miembros de la Reserva Federal han seguido apoyando la idea de tipos más altos durante más tiempo, y parece improbable una rápida relajación de las subidas.
2) El ahorro de los hogares estadounidenses se ha reducido. A diferencia de la eurozona y el Reino Unido, la tasa de ahorro de los hogares estadounidenses no sólo ha descendido bruscamente desde los máximos alcanzados en la pandemia, sino que ahora está por debajo de los niveles anteriores a la misma (3,8%). Esto debería limitar el colchón que hasta ahora ha protegido en parte a los hogares del auge inflacionista. De hecho, el mayor gasto del ahorro reprimido en EE.UU. en comparación con sus homólogos puede explicar en parte el rendimiento superior de la mayor economía del mundo en los últimos meses.
3) Las huelgas de trabajadores seguirán siendo un riesgo. La escasez de mano de obra debido a las huelgas se ha intensificado en 2023, debido a que cientos de miles de trabajadores dejaron sus puestos de trabajo por un conflicto salarial. Aunque somos optimistas en cuanto a que estas huelgas serán menos duras en 2024, quizá sería ingenuo esperar una rápida vuelta a la «normalidad».
4) Una base del PIB elevada. A diferencia de Europa, el listón para una sorpresa al alza en el crecimiento de EE.UU. es ahora bastante elevado tras el impresionante crecimiento de 2023. A pesar de lo anterior, seguimos pensando que se evitará una recesión en EE.UU. en 2024. Esta opinión se debe principalmente a la extraordinaria resistencia mostrada por el mercado laboral estadounidense, que asegura que un «aterrizaje suave» es cada vez más probable.
Eurozona
Tras unos resultados decepcionantes en 2023, esperamos que la economía de la eurozona siga la tendencia mundial y registre una mejora del crecimiento en 2024. Las últimas noticias macroeconómicas del bloque han sido bastante desfavorables, y los recientes datos de los índices PMI sugieren que el periodo de crecimiento por debajo de la tendencia continuará todavía durante un tiempo. No obstante, pensamos que hay una serie de razones para el optimismo y factores que apoyarán un amplio repunte del crecimiento el año próximo, en particular los que se exponen a continuación:
1) El impacto de la crisis del coste de la vida se atenuará, ya que la inflación sigue bajando. No cabe duda de que los responsables del BCE se sentirán alentados por las recientes cifras de inflación, que ahora tienden a la baja a un ritmo más rápido de lo previsto. Incluso el índice subyacente, que elimina el volátil componente energético, cayó en noviembre al 3,6%, su nivel más bajo en 19 meses, mientras que el índice general se sitúa en el 2,4%, justo por encima del objetivo.
2) El crecimiento de los beneficios reales pasará a ser positivo. Tras la fuerte caída de las presiones inflacionistas, el crecimiento real de los beneficios parece haber pasado a ser positivo en el tercer trimestre, y debería mantenerse por encima de cero en los próximos trimestres. Esto probablemente apoyará el gasto de los consumidores en 2024.
3) Una base del PIB baja tras los débiles resultados de este año. Consideramos que el listón para una mejora del crecimiento de la eurozona es muy bajo, tras los malos resultados de la economía del bloque en 2023. De hecho, el PIB del bloque creció menos de un 0,5% en el periodo comprendido entre finales del segundo trimestre de 2022 y finales del tercer trimestre de 2023.
Reino Unido
La economía británica se enfrentará a un nuevo periodo de estancamiento en 2024, ya que se espera que registre la expansión más débil de todas las economías del G7 el próximo año. Los tipos de interés en el Reino Unido han tocado techo, y no se prevén bajadas hasta bien entrado el año, lo que debería seguir presionando las rentas disponibles. Es probable que el crecimiento salarial se ralentice bastante el próximo año, aunque el descenso previsto de la inflación en el Reino Unido debería garantizar que el crecimiento de los ingresos reales siga siendo positivo, lo que resulta alentador para las perspectivas de crecimiento.
Sin embargo, el efecto retardado de la subida de los tipos de interés seguirá haciéndose sentir en 2024, sobre todo porque en los próximos meses vencerán más contratos hipotecarios a plazo fijo. Alrededor de 1,6 millones de hogares (aproximadamente el 15% del total de titulares de hipotecas) volverán a hipotecarse en 2024, y muchos de ellos experimentarán un fuerte aumento de las cuotas mensuales. La política fiscal se volverá menos acomodaticia, a medida que se supriman gradualmente las ayudas al coste de la vida. El empleo también sigue bastante bajo, por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, mientras que la productividad sigue siendo una preocupación clave, y de hecho disminuyó un 0,3% interanual en el tercer trimestre.
El Banco de Inglaterra aún no ha anunciado oficialmente una recesión, aunque el Comité de Política Monetaria advirtió en noviembre de que la economía británica iba a estancarse el año que viene. Nosotros seguimos confiando en una modesta expansión en 2024 gracias a la fortaleza del mercado laboral y a la mejora de la confianza de los consumidores, que probablemente respaldarán la demanda interna. Sin embargo, es probable que esta expansión sea relativamente modesta en el mejor de los casos, lo que podría frenar en parte las ganancias de la libra en los próximos meses.
China
Uno de los mayores riesgos para la confianza de los mercados en 2024 seguirá siendo la evolución de la economía china. Los datos de la mayor economía de Asia han sido decepcionantes desde la supresión de las medidas en el marco de la política de ‘covid cero’ a finales de 2022. El gasto de los consumidores se tambalea, el crecimiento de las exportaciones se ha estancado y el sector inmobiliario sigue en una situación lamentable. Vemos un periodo de crecimiento por debajo del potencial a medio plazo, ya que las autoridades siguen lidiando con el escaso margen de maniobra fiscal y problemas estructurales tales como la disminución de la población, el creciente desempleo juvenil y la excesiva dependencia de la producción inmobiliaria.
Creemos que el gasto de los consumidores seguirá siendo débil el año que viene, en parte debido a la fuerte caída de los precios inmobiliarios, que representan más del 60% de la riqueza de los hogares. Tampoco se puede contar con una recuperación del sector inmobiliario (aproximadamente el 25% del PIB), ya que el desapalancamiento continúa y los precios inmobiliarios se acercan más a los ingresos de los hogares. El apoyo financiero destinado a respaldar el sector inmobiliario ha sido relativamente limitado hasta ahora, y parece haber un margen mínimo para nuevos gastos, dados los elevados niveles de deuda de las administraciones locales.
En vista de lo anterior, será difícil que la economía china registre una expansión cercana al 5% en 2024, y un crecimiento más próximo al 4% parece más probable. Esta ralentización puede suponer un riesgo para las divisas de los mercados emergentes en 2024, sobre todo para las asiáticas que están más vinculadas a la demanda china, lo que podría limitar las ganancias en algunos casos y, potencialmente, provocar depreciaciones en otros.
3) El riesgo político será protagonista a finales de año 2024 se presenta como un año de grandes acontecimientos políticos, uno de los más importantes de los últimos tiempos. Sin duda, el más destacado será el de las elecciones presidenciales estadounidenses, que se celebrarán a principios de noviembre. Es probable que se respire un aire de déjà vu en el mercado durante la campaña y el día de las elecciones, ya que el actual presidente, Joe Biden, parece dispuesto a enfrentarse una vez más al ex presidente Donald Trump. El índice de aprobación de Biden es bajo desde hace algún tiempo (actualmente en torno al 38%), y lo más probable es que se produzca un cambio respecto al status quo, ya que los estadounidenses parecen descontentos con la forma en que el presidente ha abordado la inflación, la inmigración y la delincuencia.
Así las cosas, las casas de apuestas consideran que Trump tiene una clara ventaja, con alrededor de un 42% de probabilidad implícita de ganar la carrera presidencial, frente a aproximadamente un 31% que asignan a Biden. Por supuesto, la capacidad de cualquier presidente para llevar a cabo cambios políticos significativos dependerá de la composición del Congreso. Un Gobierno dividido y la paralización del Congreso, en el que la Cámara de Representantes y el Senado no están controlados por el mismo partido, probablemente sería acogido positivamente por los mercados. Aunque quizá sea demasiado pronto para tener una idea clara del posible impacto de las elecciones en los mercados, al menos podemos decir que los indicios de una carrera reñida antes del día de la votación pueden desencadenar una mayor volatilidad en las divisas y un brote de aversión al riesgo. Paradójicamente, esto podría ser positivo para el dólar, dada su condición de activo refugio. De hecho, la volatilidad del dólar a un año vista ya ha subido por encima de los plazos más cortos, en previsión de una contienda reñida el próximo noviembre.
En Reino Unido parece muy probable que se produzca un cambio político radical tras las próximas elecciones generales, que tendrán lugar a más tardar en enero de 2025. Diez de las once elecciones anteriores se convocaron en primavera o a principios de verano. Aunque esto no está descartado, es probable que el Primer Ministro, Rishi Sunak, necesite algo más de tiempo para acortar distancias con los laboristas y cumplir algunas de las principales promesas del Partido Conservador. Creemos que esto hace que la fecha más probable para que se celebren las elecciones sea otoño, y recientemente algunos sectores han propuesto noviembre como opción. Desgraciadamente para Sunak, el Partido Laborista -en la oposición- parece firmemente encaminado a asegurarse suficientes escaños para gobernar por sí mismo, ya que la última previsión de Election Maps UK apunta a una mayoría operativa de 123 escaños.
Normalmente, la perspectiva de un cambio en el status quo, especialmente hacia un partido de izquierdas, se consideraría negativa para los mercados. Sin embargo, una encuesta reciente de Bloomberg mostraba que dos tercios de los encuestados creían que un gobierno liderado por los laboristas sería el resultado más favorable al mercado. Esto puede ser en parte consecuencia del persistente daño a la confianza causado por el desafortunado presupuesto de Liz Truss en septiembre de 2022, y el escaso margen de maniobra fiscal. Esto último puede evitar un despilfarro de los laboristas y limitar el riesgo de un aumento incontrolable de los niveles de deuda del Reino Unido. Sin embargo, este consenso puede cambiar a medida que se acerque el día de la votación, y no nos sorprendería ver algunos vientos en contra para la libra, ya que los inversores se preparan para los cambios de política bajo un gobierno de Keir Starmer.
4) Las perspectivas para los mercados emergentes seguirán siendo ligeramente alcistas
Mantenemos una opinión entre neutral y ligeramente alcista sobre la mayoría de las divisas de los mercados emergentes para 2024. Siguen existiendo riesgos para las perspectivas de las divisas de los mercados emergentes, en particular la ralentización de la economía china y la guerra en Oriente Medio. Hasta ahora, el conflicto entre Israel y Palestina ha tenido un impacto relativamente leve en los mercados financieros, salvo por unos discretos flujos de valores refugio y una breve subida de los precios del petróleo a principios de octubre. Es probable que si los conflictos permanecen localizados esto siga siendo así, aunque una escalada bélica puede suponer un riesgo no desdeñable para los mercados emergentes en caso de que una caída del suministro mundial de petróleo desate nuevas inquietudes sobre las perspectivas de crecimiento mundial.
Aparte de estos riesgos, creemos que hay una serie de razones para el optimismo que sugieren que podría producirse un repunte continuado de la mayoría de las divisas de los mercados emergentes en los próximos doce meses:
1) Los tipos de interés reales están aumentando en las economías en desarrollo. Los agresivos ciclos de endurecimiento monetario y la reducción de las tasas de inflación hacen que los tipos de interés reales de los países en desarrollo vuelvan a ser positivos, sobre todo en América Latina.
2) Los principales bancos centrales han puesto fin a sus ciclos de subidas. Esto debería seguir aliviando la presión a la baja sobre las divisas de riesgo.
3) Los precios de las materias primas siguen siendo elevados. A pesar del reciente retroceso, el índice de precios de las materias primas del CRB sigue siendo elevado en relación con años anteriores, y se sitúa alrededor de un 60% por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Esto es desproporcionadamente alcista para las divisas de los mercados emergentes, dada su mayor dependencia de la producción de materias primas y de los ingresos por exportación.
4) La disminución de las tasas de inflación y la relajación de la política monetaria respaldarán el crecimiento de los mercados emergentes. El fin de los ciclos de subidas de tipos y el descenso de las tasas de crecimiento de los precios al consumo interno en los países en desarrollo deberían ser positivos para las perspectivas de crecimiento de las economías de los mercados emergentes.