Sin embargo, la tarea del BCE debería ser mucho más fácil que la de la Fed, y la mayoría de los datos macroeconómicos sugieren que se avecinan más recortes.
Incluso antes de que el presidente Trump abriera la caja de pandora el 2 de abril, nos inclinábamos, al igual que los mercados, por otro recorte de tipos en la próxima reunión del BCE. Los acontecimientos desde entonces no han hecho sino reforzar nuestro posicionamiento, y los mercados dan por prácticamente garantizado un séptimo recorte de tipos este jueves. Una pregunta mucho más importante, y que determinará los movimientos del euro, es qué ocurrirá a continuación. ¿Está prevista otra bajada de tipos en junio? ¿Dónde podrían situarse los tipos a finales de año?
El impacto arancelario de Trump abre las puertas a más recortes
La economía de la eurozona apenas se mantiene a flote, tal y como reflejan los últimos datos del PMI. La inflación, por su parte, se ha moderado. Tanto la inflación general como la subyacente han continuado una tendencia descendente, sorprendiendo a la baja en marzo. El descenso de la subyacente y el de la inflación de servicios son especialmente alentadores. La subyacente cayó al 2,4%, su nivel más bajo desde enero del 2022, es decir, desde antes de la guerra de Ucrania y la posterior crisis energética.
Las nuevas proyecciones macroeconómicas no se publicarán hasta junio. No obstante, merece la pena abordar el tema, dados los cambios drásticos que ha sufrido el mercado. En sus últimas proyecciones de marzo, el BCE preveía una inflación IPCA del 2,3% en 2025, seguida del 1,9% en 2026 y del 2,0% en 2027. Estas previsiones parece que están muy desfasadas, así como muchas de las asunciones sobre las que descansan. El shock arancelario de Trump y la decisión de la OPEP+ de aumentar significativamente la producción de petróleo han presionado a la baja los precios del crudo, que ahora se sitúa en torno a un 15 % por debajo del nivel previsto por el BCE para el 2025. Otras asunciones tampoco se ajustan a la realidad actual. El euro cotiza tras su vertiginosa subida a 1,14, lejos del 1,04 previsto por el BCE.
Aunque los aranceles de la Unión Europea (actualmente suspendidos) provocarían, en teoría, un ligero aumento de los precios al consumo, la mayor preocupación gira en torno al impacto sobre el crecimiento de los gravámenes estadounidenses (parcialmente suspendidos). El impacto en el crecimiento es de esperar, sobre todo teniendo en cuenta que la economía de la UE depende en gran medida de las exportaciones. El efecto sobre la inflación no está tan claro porque no sabemos cómo se resolverán las tensiones arancelarias. Aun así, en nuestra opinión, con unas materias primas más baratas y un euro más caro, es probable que continúe el proceso desinflacionario.