Este dato confirma que el coche mantiene un papel esencial en los desplazamientos cotidianos, desde los trayectos laborales hasta las actividades familiares, y refleja la preferencia de muchos usuarios por la comodidad, la autonomía y la flexibilidad que ofrece el vehículo propio frente a otras alternativas de transporte.
Más allá de su utilidad, el coche también se percibe como un espacio emocional. El 17% de los encuestados lo asocia a seguridad y tranquilidad, considerándolo un refugio para ellos y sus familias. En un contexto social y económico cambiante, el coche se interpreta como un entorno de protección y confianza, un valor que también influye en la elección de los seguros y coberturas más adecuadas.
Para el 13,2% de los participantes, el coche simboliza libertad e independencia personal. Representa la posibilidad de moverse sin horarios ni rutas fijas, reforzando la necesidad de controlar el propio tiempo y espacio. Esta percepción refleja la necesidad de tener control sobre el propio tiempo y desplazamientos, algo que sigue siendo un valor fundamental para muchos conductores.
El 8,4% de los conductores identifica su coche como una extensión de su estilo de vida y personalidad. El diseño, el modelo o las prestaciones del vehículo se convierten en una forma de expresión individual, donde el automóvil deja de ser únicamente funcional para transformarse en un símbolo de identidad y estatus.
Por su parte, el 6,9% de los encuestados ve su coche como un espacio donde disfrutar de experiencias personales y familiares. Para este grupo, el vehículo no solo sirve para desplazarse, sino que se convierte en un lugar donde se crean recuerdos y momentos valiosos: viajes, conversaciones o simplemente el placer de conducir. Estos resultados muestran cómo la relación de los españoles con su coche ha evolucionado desde lo práctico hacia lo emocional, combinando funcionalidad, bienestar y sentido de pertenencia.

