La exposición pone de manifiesto la inteligencia pictórica de un artista superlativo capaz de alumbrar un universo formal propio; un artista con una idea totalizadora del arte que abarcaba innumerables referencias estéticas y culturales que supo plasmar con gran libertad formal y conceptual. Lo hizo en un momento crítico para Venecia, cuando afloraban las tensiones religiosas y se evidenciaban los primeros síntomas de una decadencia económica y política que sus pinceles camuflaron con maestría, contribuyendo decisivamente a plasmar en imágenes el “mito de Venecia” que ha llegado a nuestros días. Y como todos los grandes artistas, Veronese trascendió su tiempo.
La belleza y elegancia de sus composiciones sedujo durante siglos a coleccionistas y artistas, de Felipe IV y Luis XIV a Rubens, Velázquez, Delacroix o Cézanne. Estos y otros temas se plasman en la exposición a través de más de un centenar de obras procedentes de prestigiosas instituciones internacionales como el Louvre, Metropolitan Museum, National Gallery de Londres, la Galleria degli Uffizi o el Kunsthistorisches Museum de Viena, que dialogan con piezas fundamentales del Prado.
La exposición “Paolo Veronese (1528-1588)” supone la culminación de un largo proceso de investigación y reevaluación de la colección de pintura veneciana del Museo del Prado, una de las más importantes del mundo, y piedra fundacional de la antigua colección real española. Tras las exitosas muestras dedicadas a “Los Bassano en la España del Siglo de Oro” (2001), “Tiziano” (2003), “Tintoretto” (2007) y “Lorenzo Lotto. Retratos” (2018), esta nueva propuesta completa un recorrido excepcional por la pintura veneciana del Renacimiento veneciano. La exposición alterna seis secciones cronológicas y temáticas.
La primera: De Verona a Venecia, atiende a la formación en su Verona natal, ciudad de rico pasado romano donde la tradición local convivía con aportes venecianos (sobre todo Tiziano) y de artistas centro-italianos como Rafael y Parmigianino. Partiendo de ellos Veronese elaboró pronto un estilo propio caracterizado por la elegancia formal y compositiva y un colorido contrastado que le facilitaron su triunfal irrupción en Venecia en 1551.
La segunda sección: «Maestoso teatro». Arquitectura y escenografía, aborda su modo de entender el espacio y narrar historias, aunando la tradición veneciana y las nociones teatrales y arquitectónicas de Palladio y Daniele Barbaro, y lo confronta con la visión alternativa encarnada por Tintoretto y las ideas escenográficas de Serlio. Se presta particular atención a las célebres Cenas, suntuosas manifestaciones del refinamiento y la cultura material de los patricios venecianos.
La tercera: Proceso creativo. Invención y repetición, ahonda en la inteligencia pictórica de Veronese y el modo como dirigió uno de los obradores más fecundos y de mayor calidad de la época. Ello fue posible gracias a un férreo control del proceso creativo y a una sabia distribución de funciones dentro del taller en la que el dibujo resultó fundamental.
La cuarta sección: Alegoría y mitología, muestra su excelencia en dos terrenos particularmente queridos por las elites: la alegoría y la fábula mitológica, donde se reveló como el único artista capaz de competir con Tiziano, lo que le permitió heredar su poderosa clientela, dentro y fuera de Venecia.
La quinta sección: El último Veronese, aborda su década final, cuando asistimos a un cambio notable en su pintura, con composiciones inestables de colorido más sombrío y un uso dirigido y a menudo simbólico de la luz, en las que el paisaje cobra nuevo protagonismo. Esta mutación, que anuncia las grandes conquistas pictóricas del Barroco, responde a factores diversos; unos estéticos, como el impacto de la obra coetánea de Tintoretto y Jacopo Bassano; otros “ambientales”, como el clima religioso tras el Concilio de Trento.
La exposición concluye con una sección dedicada a su legado: «Haeredes Pauli» y los admiradores de Veronese. De un lado tenemos a sus familiares, que durante una década prolongaron de forma estéril sus modelos bajo la denominación “Haeredes Pauli”; del otro, a aquellos artistas con verdadero ingenio que asumieron y propagaron su legado. La exposición se centra en los inmediatamente posteriores: El Greco, los Carracci y Pedro Pablo Rubens, pero su condición de “pintor de pintores” se prolongó hasta el siglo XX e incluye a artistas tan dispares como Velázquez, Tiépolo, Delacroix o Cezanne.
La exposición finaliza recordando su lugar de privilegio en el coleccionismo europeo, razón última de su sobresaliente representación en las colecciones del Museo del Prado “Paolo Veronese (1528-1588)” se convierte así en una ocasión irrepetible para conocer en profundidad la obra de uno de los artistas más brillantes y deslumbrantes del Renacimiento europeo, clave para comprender el gusto artístico de las élites de la época y su decisiva influencia en la pintura española del Siglo de Oro.