No es un novedad en nuestra breve historia política el hecho de que determinados nombramientos de responsabilidad, de cargos de cierta importancia para el devenir de la sociedad no se hagan por el exclusivo estudio de las bondades de los candidatos y su adecuación a las características del puesto.
Hoy mismo se ha sabido que la ministra de Economía, a la vez que Vicepresidente del gobierno de coalición que preside Sánchez propondrá al Consejo e Ministros los nombres de las personas que deberán renovar los cargos de consejeros del Banco de España que toca por su turno correspondiente.
Y aunque todo parezca normal, lo curioso es que los méritos que se enumeran simplemente son que así lo han acordado gobierno y oposición. Es decir, la valía y preparación de los candidatos son despreciados porque , eso no es lo importante, lo que cuenta es la afinidad con las ideas, la sumisión a los deseos de quien los nombra.
Mucha tinta ha corrido a propósito de la situación de sumisión de los jueces a los deseos del Gobierno, la situación por la que atraviesa la Justicia y no digamos nada de la famosa independencia de poderes, pero todo eso no parece ser suficientemente destructivo para el futuro político de la democracia española.
Y a la primera de cambio volvemos a caer en el vicio del abuso de poder que supone el nombramiento de cargos para amiguetes, partidarios ideológicos o simples conocidos, porque en muchos casos ni tan siquiera hay profesionales adecuados que además sean partidarios de quien manda.
Se trata pues, de un vicio nacional en toda regla y que en algún momento deberíamos de corregir porque la situación no debiera de prolongarse mucho mas o de lo contrario Sánchez terminara de ocupar todas las instituciones y cuando deje el poder, al que venga no le quedara mas remedio que desocupar todos esos sillones con personas preparadas, no enchufadas o caeremos en una perversión democrática sin precedentes.