Y en todas ellas estará en juego el futuro no del Pais Vasco o Cataluña, sino de la mismísima democracia que los españoles votaron hace cuarenta y tantos años, porque lo que se finalmente se decidirá en esas votaciones es precisamente el modelo de Estado que tenemos y cual queremos, o quizá haya que decir el que ellos quieran darnos.
Porque lo graciosos de esa enmarañada tela de araña que sufrimos es que unos pocos, es decir vascos y catalanes `parecen haberse arrogado, en exclusiva la posibilidad de decirnos a los demás que y como debemos ser cada uno de nosotros, incluso cuanto y como hemos de gastarnos los dineros que nos dejen de los presupuestos, porque las grandes partidas pretenden que sean para ellos.
De todo eso no oiremos una sola palabra en esos debates y mítines preparados para gloria y beneficio de los distintos lideres, pero en el fondo ese será el resultado de un proceso que se la ha escapado de las manos al ocupante de Las Moncloa y del que puede salir cualquier cosa, desde su defenestración, hasta su consagración para otros tres años.
Para todo ello hay que estar preparados, pero sabiendo que el gran daño, la gran perjudicada de todo este embrollo será la economía que quedará maltrecha, malherida por lo que se tendrá que enfrentarse a un largo y duro periodo de recuperación con unos responsables de la economía ocupados en cualquier otro menester menos en el de recuperar el tiempo perdido,