Esta cifra representa un descenso significativo de 5.572 millones en comparación con el mismo período del año anterior, que registró una inversión extranjera de 23.875 millones de euros. De hecho, los niveles de inversión se asemejan más a los de 2021, un año que aún estaba marcado por el impacto económico de la pandemia, con una cifra de 14.796 millones de euros.
Es evidente que el gobierno de Sánchez ha contribuido significativamente a este declive. La inversión extranjera ha disminuido en más de un 55% en comparación con 2018, año en que llegó Pedro Sánchez a la Moncloa. La causa es múltiple: la moderación del crecimiento económico y la incertidumbre sobre las proyecciones en 2024, la subida de los costes financieros, las pérdidas en algunos sectores de actividad y el retraso en la ejecución de los fondos europeos.
En un momento en el que la inversión extranjera es crucial para la recuperación económica, las políticas implementadas han generado desconfianza y desaliento entre los inversores internacionales. Y es que, durante la pandemia, en 2020, España logró atraer una inversión extranjera considerable, alcanzando los 5.432,2 millones de euros. Sin embargo, las cifras actuales son desalentadoras. De hecho, el tercer trimestre de 2023 se perfila como el peor en términos de inversión extranjera desde 2020. Además, los resultados de la encuesta a grandes inversores realizada por Bank of America confirman la situación preocupante. La posición relegada de España en la tabla de inversión en Europa se debe directamente a la incertidumbre política y económica que prevalece en el país.
González, profesor de Economía de Comillas ICADE, asegura que este desplome obedece a varias razones. En primer lugar, «hay razones económicas, relacionadas con los altos niveles de deuda pública española y la falta de una política de ajuste presupuestario para reducirla, lo que supone un riesgo económico para los inversores». En segundo lugar, «está la situación política, ante las dudas de que los resultados que arrojaron las urnas en las elecciones generales del año pasado permitieran formar una mayoría estable de gobierno capaz de tomar las medidas de política económica necesarias». Por último, «se encuentran las políticas laborales y fiscales del gobierno, contrarias a las empresas». Todo esto afecta negativamente a la inversión extranjera, tanto directa como de cartera, hasta el punto de que los grandes inversores consideran a España como el último país en el que invertir.
El economista Sánchez también apunta en esta línea que «la inseguridad jurídica, la inestabilidad institucional y la improvisación y el populismo fiscal son letales para la atracción de inversión». Sumado a esto, «las subidas costes y el deterioro de rentabilidad que están sufriendo muchas empresas», son factores que reducen la inversión en nuestro país, destaca Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos. En el caso concreto de la inversión inmobiliaria, «un problema específico añadido es el de la incertidumbre regulatoria y desconfianza generada por las políticas de control de alquileres y el problema de las ocupaciones», añade.
Por su parte, Fernández, economista senior de Funcas, aunque indica que las cifras son muy volátiles y que para analizar el Dataindex es preciso esperar al cuarto trimestre, considera que si se atienden las cifras de la balanza de pagos del Banco de España los datos aún son más negativos. «Las medidas arbitrarias que toma el gobierno generan una pérdida de confianza sumado a la subida de cotizaciones sociales que están programadas y que parece que van a seguir aumentando a lo largo de los próximos años, el intervencionismo… todo influye».
En cuanto al país de origen inmediato de la inversión, destaca Luxemburgo, con un total de 8.149 millones de euros. Le sigue Alemania, con 2.008 millones, seguido por Países Bajos con 1.732 millones, Francia con 1.362 millones, y Reino Unido con 1.277 millones.