Leonora Carrington. Revelación es la primera exposición antológica consagrada a esta artista que se celebra en España. Autora versátil y ecléctica, continuamente en busca de nuevas formas de expresión, Carrington resulta una figura clave para formar una imagen más completa del arte del siglo XX. Adelantada a su tiempo en su preocupación por la ecología y los derechos de la mujer, la autora desarrolló un lenguaje con el que evocó «un mundo fascinante de rituales mágicos donde nada es lo que parece y suceden las más increíbles transformaciones», en palabras de Tere Arcq, comisaria de la exposición junto con Carlos Martín y Stefan van Raay, director del Cobra Museum voor Moderne Kunst de Amstelveen, en Países Bajos.
El recorrido expositivo, que se despliega a lo largo de 10 secciones, combina el relato cronológico con el estudio de los temas más destacados en la obra de Leonora Carrington.
Desde su formación y las tempranas influencias en Inglaterra y Florencia hasta el contacto con los surrealistas en París, pasando por su época en Saint-Martin-d’Ardèche, su traumática experiencia en España, la emigración a Nueva York y a México como nueva patria. Con esta exposición, Fundación MAPFRE pretende rendir homenaje a esta artista y dar a conocer la riqueza de un trabajo muy popular en Estados Unidos y México, pero que solo en los últimos años ha comenzado a gozar de mayor relevancia en Europa. Si bien Carrington ha dejado una importante huella en la trayectoria de distintos artistas de origen español, su obra prácticamente no ha sido expuesta en nuestro país hasta el momento.
En esta ocasión, Fundación MAPFRE ha contado con el apoyo de más de 60 prestadores, entre los que destacan importantes instituciones como el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA), el Art Institute Chicago, la Galleria Nazionale d’Arte Moderna e Contemporanea de Roma, el Museo de Arte Moderno de México, el Museo Nacional de Antropología de México, la Tate de Reino Unido o el Tel Aviv Museum of Art, así como destacadas colecciones particulares.
LA DEBUTANTE
En 1932 una joven Leonora queda impresionada por la pintura italiana que contempla durante su estancia en un internado en Florencia, entre ellos Paolo Uccello y Antonio Pisanello. Una influencia que no se palpará en sus primeras obras, pero sí en otras posteriores. Su producción más destacada de aquel período son un conjunto de acuarelas agrupadas bajo el título genérico Sisters of the Moon [Hermanas de la luna] (1932-1933), que reflejan la preocupación de la artista por el lugar que la mujer ocupa en el mundo. En cada una de ellas se representa un personaje femenino y en algunas se hace alusión directa a deidades como Iris, Fortuna o Diana. De origen literario o mitológico, todas despliegan sus poderes y dominan los distintos elementos de la naturaleza, desde animales salvajes a criaturas híbridas. Las fuentes de estas piezas son, sin duda, las ediciones de literatura tardovictoriana y de género gótico que se encontraban en su biblioteca infantil y que hoy ha llegado hasta nosotros. Entre ellas destacan las narraciones de Lewis Carroll, Edgar Allan Poe o Bram Stoker, además de las leyendas irlandesas y los clásicos, desde los hermanos Grimm hasta Hans Christian Andersen. Desde fecha muy temprana, su producción pictórica corre en paralelo con la escrita, hasta el punto de que es difícil discernir qué realiza primero, si el texto o la obra, como ocurre en Hyena in Hyde Park [Hiena en Hyde Park] (1935), uno de sus lienzos más tempranos y que tiene su correlato en el cuento que escribe en ese mismo año con el título «La debutante», en el que satiriza sobre su propia presentación en sociedad ante la corte del rey Jorge V.
EL ENCUENTRO: SAINT-MARTIN-D’ARDÈCHE
En 1936 Leonora se instala en Londres y asiste a clases en la academia de arte del pintor cubista Amédée Ozenfant. En verano visita la muestra The International Surrealist Exhibition y también queda prendada de una obra de Max Ernst reproducida en el libro Surrealism. Como si de algo premonitorio se tratara, conoce al artista al año siguiente en una cena y juntos escapan primero a Cornualles y más tarde a París, para recalar finalmente en la localidad de Saint-Martin d’Ardèche, en el sur de Francia. Gracias a la ayuda económica de su madre, Leonora compra una vieja casa donde la pareja emprende su propia obra de arte total, tanto en el interior como en el exterior de la misma. Pintan puertas, ventanas y muros con figuras híbridas y criaturas protectoras ‒como la quimera que en su origen decoraba la puerta de acceso a la antigua cocina‒, pero también en las fotografías que tomó Lee Miller durante aquellos años en una de sus visitas.
De este período es también la primera versión de The Horses of Lord Candlestick [Los caballos de lord Candlestick] (1938), donde ya se observa el interés de Carrington por los procesos de transformación y humanización de este animal, el caballo, que expresa la rabia y la rebelión de la artista hacia su progenitor. El enigmático lord Candlestick, que no aparece en la obra, no es otro sino su padre, Harold Carrington, a quien, tras su huida a Francia, Leonora nunca más volverá a ver.
MEMORIAS DE ABAJO: SANTANDER
La Segunda Guerra Mundial truncó la vida de Max Ernst y Carrington en Saint-Martin d’Ardèche. Tras el segundo arresto del primero, Carrington huye a España con la intención de cruzar al otro lado del Atlántico desde Lisboa. A su llegada a Madrid en 1940, es víctima de una violación por parte de un grupo de militares afiliados al bando nacional. Este hecho, que no contó a nadie en aquel momento, y los dramáticos sucesos que había vivido desde el comienzo de la guerra precipitan un episodio psicótico en la autora que provoca su ingreso en un sanatorio psiquiátrico en Santander. Tratada con un potente fármaco que podía generar ataques epilépticos y anular la voluntad del paciente, la experiencia de este ingreso supone un punto de inflexión tanto en su vida como en su obra. El relato de su paso por el sanatorio es publicado por primera vez en 1944 en una revista bajo el título «Down Below» tras haber sido dictado en francés el año anterior por la propia Leonora a Jeanne Mégnen, para liberarse de la angustia que le causaba el recuerdo. Durante su internamiento también realiza numerosos dibujos y la pintura Down Below [Abajo] (1940), una suerte de elaboración de su enfermedad. Con el paso de los años, Carrington volverá a este episodio de su vida periódicamente, tal como puede verse en la pintura Transference [Transferencia] (1963), presente en esta exposición.
HACIA LO DESCONOCIDO: NUEVA YORK
En julio de 1941, una Leonora Carrington de veinticuatro años desembarca en Nueva York ‒ tras un rápido matrimonio de conveniencia para que ella pudiese salir de Lisboa‒ acompañada de su nuevo esposo, el escritor, poeta y diplomático Renato Leduc. Allí se encuentran con la comunidad de artistas surrealistas que, al igual que ellos, habían huido de una Europa y una España en guerra. Durante este período, antes de instalarse en México, la obra de Carrington, con una iconografía que resulta cada vez más compleja, se dirige a la elaboración del duelo de su experiencia de la guerra, de una enfermedad mental y de un encierro, al que se une ahora el del exilio. En el dibujo Brothers and Sisters Have I None [Ni hermanos ni hermanas tengo] (1942) podemos entender la condición de exiliada es doble: respecto de una Europa destruida y de una familia de la que reniega. Green Tea [Té verde] (1942) resume estas experiencias. El título del lienzo, que remite al de un cuento irlandés donde se narra cómo un doctor descubre que el consumo desmesurado de esta bebida genera estados alterados de la conciencia, ofrece algunas pistas sobre su significado. Sin duda, la figura enfundada en una piel de caballo como si fuera una crisálida es la propia Leonora, con un fondo que remite al paisaje inglés, al toscano de la pintura italiana y al parque del sanatorio de Santander. La inmovilidad de la protagonista contrasta con el movimiento de las dos yeguas-perro atadas entre ellas por medio de los árboles que les sirven de cola.
De forma paralela, Carrington estrecha su relación con artistas como Roberto Matta, se reencuentra con Max Ernst, que ha sido liberado, y con intelectuales como André Breton. Si con los dos primeros (junto con Marcel Duchamp) realiza su primer trabajo por encargo, el mural titulado Summer [verano] (1942), con el otro colabora en labores editoriales y exposiciones del grupo surrealista.
MEMORIA Y ORIGEN: CROOKHEY HALL
En 1943 Leonora se traslada a Ciudad de México, donde se rodea de un círculo de exiliados que, como ella, tiene sus raíces en Europa: Kati y José Horna, Remedios Varo y Benjamin Péret. En casa de estos dos últimos conoce al que será su futuro esposo, el fotógrafo Emerico (Imre) Weisz, «Chiki», y padre de sus dos hijos, Gabriel y Pablo. La experiencia de la maternidad da inicio a un período de regresión en la obra de Carrington. Representa su casa de la infancia, la mansión neogótica de Crookhey Hall, así como visiones familiares e infantiles cargadas de melancolía si bien más calmadas que las que había realizado en Nueva York. Es el caso de la cuna que realiza junto al escultor y ebanista andaluz José Horna para Norah, la hija de este, decorada con animales que acompañarán a la pequeña desde su nacimiento: una tortuga gigante, una cabra, jaguares, llamas, caballos y otras criaturas mixtas que parecen sacados de las obras de Lewis Carroll y de la pintura renacentista italiana. Las obras de estos años evocan también sus descubrimientos en Florencia, pues con frecuencia son lienzos en formato horizontal, propio de la predela, y tonos que recuerdan a los del trecento y quattrocento de los maestros toscanos, realizados con la técnica de pintura al temple.
SABERES ARCANOS: ALQUIMIA, MAGIA Y MITO
Junto con los animales, la ecología o la mujer, las artes adivinatorias y las corrientes esotéricas son temas que interesan a Carrington pues las considera una ruta alternativa para acceder al inconsciente y a los enigmas del ser humano y la naturaleza. Con la pintora Remedios Varo y la fotógrafa húngara Kati Horna se adentra en el mundo de la magia, pues las tres la entienden como una herramienta de recuperación de los poderes femeninos «prohibidos». Los libros sobre magia, alquimia, astrología o tarot ocupan un lugar privilegiado en su biblioteca, además de proporcionarle iconografía que utiliza una y otra vez en su obra, como ocurre en el lienzo Molly Malone’s Chariot [Carro de Molly Malone] (1975), donde los arcanos El Carro y El Mundo recrean la leyenda de la joven Molly, protagonista de la popular canción irlandesa «Cockles and Mussels» [Berberechos y mejillones], en una pintura que hoy se presenta por primera vez ante el público.
LA DIOSA BLANCA
En 1948 Carrington realiza Le Bon Roi Dagobert (Elk Horn) El buen rey Dagoberto (Cernunnos)], la primera pintura donde se representa a sí misma como la Diosa Blanca, que remite sin duda al ensayo homónimo de Robert Graves. Publicado en el mismo año en el que está fechado el lienzo de la artista, este ensayo supone, según ella misma, una de las más importantes revelaciones de su vida. En la narración, Graves se centra en la recuperación de distintos cultos en torno a deidades femeninas que han desaparecido a lo largo de la historia, pero que han sobrevivido en fábulas y poemas de forma oral. Esta Diosa Blanca, cuyo culto fue destruido por el patriarcado y es recuperada por Graves, es símbolo de la fuerza y el poder femenino. La tesis de Graves se basa en el descubrimiento de la adoración a una misma deidad femenina en diversos lugares del Mediterráneo, que a su vez correspondía con los cultos de dioses celtas. En todos ellos se venera a la Triple Diosa, conocida también como «Diosa Blanca» y denominada en cada lugar de una manera distinta. Artemisa o Atenea en Grecia, Ishtar en Babilonia, Isis para los egipcios o Astarté para los semitas, siempre es la misma diosa y simboliza la lucha del patriarcado contra el matriarcado al tiempo que la luz y la sombra, esto es, la dicotomía entre el bien y el mal. Una lucha por la que siempre estuvo interesada Carrington y que también es protagonista de numerosos cuentos infantiles, tal es el caso de «La Reina de las Nieves» (1844) de Hans Christian Andersen y que la artista retomó para su novela La trompetilla acústica (1976).
MUJERES CONCIENCIA: FEMINISMO Y POLÍTICA
A partir de la década de 1960 Leonora Carrington se interesa cada vez más por los movimientos feministas, en pleno apogeo en Estados Unidos, adonde viaja con frecuencia. A pesar de no haber sido nunca militante, su casa de México se convirtió en lugar de reunión de un pequeño círculo de mujeres preocupadas por su situación de desigualdad y ausencia de derechos. La pintura Mujeres conciencia (1972) es utilizada en la impresión del cartel homónimo como muestra de «indignación y enojo en torno a la situación de las mujeres», tal como declaró la propia autora en una entrevista. En este gouache Carrington subvierte el mito de Adán y Eva y da a esta última el carácter de diosa. El deseo de la artista por transmitir a las mujeres el mensaje de retomar sus poderes es una constante a lo largo de su producción literaria y artística. En The Magdalens [Las Magdalenas] (1986) las protagonistas son dos mujeres con largas cabelleras cayendo sobre sus cuerpos a modo de túnicas; a sus espaldas, una pequeña figura negra extiende su mano. El descubrimiento de la “Diosa Blanca” de Graves, alimentó la conciencia feminista de Leonora Carrington. «La mayoría de nosotras, espero, somos ahora conscientes de que una mujer no debería tener que pedir Derechos. Los Derechos estaban ahí desde el principio; hay que Recuperarlos, incluidos los misterios que eran nuestros y fueron violados, robados o destruidos», señaló Carrington.
HAY OTROS MUNDOS: MÉXICO
A su llegada a México, el interés de Carrington por la magia se renueva gracias a un pueblo para el que las prácticas y rituales de hechicería forman parte de la vida cotidiana. Con tan solo veinticinco años, le pareció un lugar donde todo es nuevo; los rituales en torno a la muerte, así como las creencias en animales guardianes y entes protectores encuentran resonancia con los mitos y tradiciones celtas que ha absorbido en su infancia. Muchos de sus amigos, exiliados como ella, tienen en común la fascinación por la arqueología y etnografía mexicanas: el pintor austriaco Wolfgang Paalen, colecciona objetos precolombinos; Alice Rahon, plasma en sus poemas y pinturas el paisaje y las tradiciones populares; y Benjamin Péret, traduce al francés los códices mayas del Chilám Balám (de Chumayel) y compila su Anthologie des mythes, légendes et contes populaires d’Amérique. Está también muy cercana a intelectuales relacionados con los estudios de Mesoamérica, como la antropóloga Laurette Séjourné. Con esta y Remedios Varo se dedican a explorar regiones remotas visitando curanderos, brujas y chamanes recuperando testimonios de sus prácticas ancestrales, que Séjourné recoge luego en un texto ilustrado por Carrington:
SER HUMANO, SER ANIMAL
Los animales reales o mitológicos son uno de los motivos más recurrentes en la obra de Carrington. Criaturas mitológicas, híbridas y fantásticas en las que la propia artista se transforma y bajo las que se autorretrata, hasta el punto de haberse autodefinido como «animal humano hembra». Más adelante enfatiza: «Existen algunas facultades que no hemos aceptado o reconocido porque nos da miedo que alguien piense que también somos animales, lo que en efecto somos». Este amor por los animales, que viene desde niña, se transforma con el paso del tiempo en una visión ecologista muy avanzada para la época, pues la autora expresa con frecuencia su indignación ante la actitud depredadora de la especie humana y su maltrato hacia el ecosistema. Su conciencia ecológica está a su vez muy ligada a la feminista, pues para Carrington es tan solo a través de la recuperación del poder por parte del matriarcado como se puede salvar el planeta de la destrucción a la que está siendo sometido. Este sentimiento le hizo, asimismo, sentirse atraída por otras religiones y culturas, como la budista, una filosofía que promueve la empatía y la compasión ante cualquier forma de vida. Los animales no solo son protagonistas de sus pinturas y escritos, también aparecen en otras piezas, como en la talla Rueda de los caballos (ca. 1954), que realiza de nuevo junto con José Horna, o en los tapices que elabora para decorar la casa de Edward James en la selva mexicana de Xilitla.