Históricamente hemos visto una correlación alta entre la evolución de los mercados y la de los beneficios empresariales. Ahora, a pesar de que los ingresos corporativos están desacelerando claramente, y de que el endurecimiento de las condiciones económicas no es gratuito (presiona cada vez más los márgenes empresariales), los mercados parecen optimistas y tranquilos, anticipando un aterrizaje suave con una inflación controlada a 6 o 9 meses vista. Tras las fuertes caídas del año pasado (alrededor del 20%), los mercados de renta variable se están recuperando a nivel global. Sin embargo, es importante tener en cuenta que en índices como el S&P 500 estadounidense, que lleva una revalorización en el año de +18%, estas ganancias se concentran en 7 megaempresas (Apple, Microsoft, Amazon, Google, Meta, Tesla y Nvidia), que solo representan el 28% de la capitalización del índice. Por otro lado, si consideramos las 493 empresas restantes, el índice solo habría subido un 5% en lo que va de año.
La creencia general es que las empresas de tecnología serán las principales beneficiadas de un aterrizaje suave de la economía. Fueron las más perjudicadas en 2022 (cayeron un -49%, mucho más que los índices generales), debido a que son más susceptibles a la subida de tipos. Se espera que parte de sus ganancias se materialicen en el futuro, y han sido las que mejor han capitalizado el entusiasmo en torno a la Inteligencia Artificial y el exitoso estreno de Chat GPT. Sin embargo, sus valoraciones son elevadas y la denominada “tasa libre de riesgo”, como es el bono del Tesoro de EE. UU., ofrece ya una rentabilidad muy atractiva (cercana al 4% a largo plazo, y por encima del 5% a 1 año).
En cuanto a datos macro, este lunes conocíamos el dato de productividad del segundo trimestre de China y ha sido peor de lo esperado. Considerando que hace un año China continuaba con importantes restricciones por la pandemia, el efecto base le beneficiaba y se esperaba que el dato anual superara el 7%, sin embargo, el dato final ha sido de 6,3%. Las principales causas son: (i) la desconfianza de los consumidores en la economía, que provoca que el consumo privado no se recupere y las exportaciones continúen débiles, (ii) el enfriamiento del mercado inmobiliario y (iii) la limitación de aumentar su capacidad tecnológica al recibir bloqueo de determinados chips y semiconductores de empresas occidentales.
Esta situación de la economía china vuelve a traer a primera línea la posibilidad de que su Banco Central pueda implantar nuevos estímulos. Adicionalmente, estos malos datos del gigante asiático, y por tanto el temor a que la demanda del país, segundo consumidor de petróleo del mundo siga disminuyendo, hicieron que el precio del petróleo cayera el martes alrededor de un 1,5%. Asimismo, la noticia de que el importante campo petrolífero de Sharara en Libia retome su actividad también ha repercutido de manera negativa en el precio. El rumor, desmentido posteriormente, de que Arabia Saudí prorrogaba hasta 2024 el recorte voluntario de producción de barriles hizo que los precios se dieran la vuelta para volver a caer más de un 1,5%, quedando el barril de Brent en 78 USD. Mientras todo esto ocurre, Biden ha drenado las reservas de emergencia de petróleo de Estados Unidos y las ha situado en un nivel que tan solo garantiza el suministro para 20 días, lo que es un mínimo histórico y provoca una situación en la que ha aumentado la capacidad de Rusia y de los países de la OPEP para presionar a Estados Unidos.