Y una de las cosas que ha cambiado, aunque los grandes santones del socialismo no se hayan dado ni cuenta, es su propio partido y el sentido que hay que darle al voto, ese derecho que ejercemos, cuando menos cada cuatro años.
Da mucha tristeza escuchar a los González, Guerra, Rodríguez de la Borbolla, Redondo Terrero, etc, etc, quejándose del destrozo que puede causar Puigdemont con sus pretensiones si Sánchez le obedece, cuando la alternativa no era la queja, sino votar con cabeza y no con el corazón.
El partido de la calle Feraz que capitanea Sánchez nada tiene que ver con el que participo en la Transición. El de hoy, es un monstruo en el que solo vale gobernar, tener poder y ejercerlo. Las ideas y los valores morales han quedado aparcados y son susceptibles de ser guardadas en el cajón con tal de lograr ese único objetivo,
Y eso que, a la luz de los acontecimientos que estamos presenciando es evidente, ya se entreveía hace meses cuando don Pedro, una y otra vez, mentía y cambiaba de opinión con tal de mantenerse ene eñ sillón de La Moncloa.
Lo que es extraño es que aquellos que le conocían, que habían sido sus mentores y que le apoyaban en los mítines electorales ahora se quejen. El voto es, por excelencia, una cosa muy seria y los viejos socialistas han sido unos frívolos al ejercerlo.
Las quejas solo pueden salir de los que siendo socialista o no votaron o lo hicieron en favor de otras opciones tratando de evitar esta catástrofe anunciada y cantada por lo que en aquellos días eran tratados de agoreros.
El tiempo como siempre les ha dado la razón y ahora habrá que esperar que los malos tiempos pasen deprisa y los destrozos sean lo mínimos.