Y es que la política ha dejado de ser tal y se ha reducido a operaciones matemáticas en las que los principios y ,los programas se ponen al servicio de la calculadora sin importar si con ello se pierde toda esencia moral o ética, porque lo que ha pasado a ser vital es la ocupación de sillas y puestos de trabajo que alimenten a la pesada estructura que los partidos necesitan mantener para seguir ocupando posiciones elección tras elección. Es decir, la casta es lo primero y más importante, porque sin ella no hay nada.
En ese contexto es en el que se explica el continuo regateo de posiciones y negociaciones que al ciudadano no entiende y que además le resultan incomprensibles. Es el caso de la ley de amnistía de marras que tanto y tanto esta dando que hablar y que esta logrando aclarar la postura de unos y otros ante un tema que no tenia que haber visto la luz, pero que ahí está para mantener, nada menos que al presidente del Ejecutivo en su sillón de marras.
Y es que la perdida de elementos morales que dirijan la actividad política ha permitido el curioso hecho de que unos pocos votos, los de las minorías catalanas controlen el poder central y el devenir del conjunto de la Nación con lo que ello supone y el malestar que genera en los ciudadanos que no entienden esta forma de hacer política en la que los intereses de la mayoría se ven sometidos a las exigencias de los corpúsculos minoritarios que solo ven y perdiguen los intereses de su pequeño terruño.