No aparece en la agenda, pero todas las miradas están ahora en Irán e Israel y en las primeras horas de ese alto el fuego, que va a protagonizar muchos de los debates y bilaterales de los líderes y de los ministros de Defensa que llegan este martes a La Haya.
De momento, Rutte avanzaba este lunes que todos los aliados comparten que Irán no puede desarrollar una bomba nuclear y venía a avalar los bombardeos en territorio iraní., en un nuevo ejemplo de la sintonía manifiesta entre el secretario general y el presidente de Estados Unidos.
Para Rutte, estos ataques no violan el derecho internacional. Así que con este telón de fondo comienza la vigésima quinta cumbre de la OTAN, primera con Mark Rutte al frente de la organización, primera de este segundo mandato de Donald Trump y con una ciudad blindada con el operativo de seguridad más ingente de su historia. Ha modificado su paisaje de bicicletas y de capital administrativa tranquila por un río de vallas de seguridad y el sonido de helicópteros que recibe este martes a cuarenta líderes de todo el mundo en la que los más apasionados llaman la cumbre más importante desde la guerra fría. Los más prácticos abogan por bautizarla como la cumbre de las cifras porque el objetivo de esta cumbre es responder a una pregunta de cómo garantizar la seguridad para los 32 aliados los próximos años.
Rutte habla de un momento histórico y peligroso en el que los aliados deberán tomar decisiones audaces para reforzar nuestra defensa colectiva y hacer de la OTAN una Alianza más fuerte, más justa y más letal. La respuesta que monopoliza el debate desde hace tiempo pasa por una cifra, el 5%, que sería el objetivo para garantizar los nuevos planes de defensa.
Todo ello después de que la Alianza haya desvinculado el porcentaje de gasto de los objetivos. Es decir, que la OTAN está dispuesta a aceptar que cada país gaste lo que estime oportuno siempre que pueda cumplir con los objetivos que se le ponen. Algo que pedía España y a lo que finalmente ha accedido la Alianza, aunque Rutte sigue diciendo que nuestro país debería gastar el 3,5% en lugar del 2,1 para alcanzar esos objetivos.
El acuerdo al que llegaron Rutte y Sánchez permite a España que gaste lo que considere siempre que eso garantice los compromisos adquiridos con la Alianza. Esto no hay cambiado, pero la novedad o la discrepancia está en cuánto tiene que gastar para cumplir con esos objetivos. Rutte asegura que la OTAN no hace acuerdos paralelos y recuerda que el acuerdo final, aunque España no se sume al 5%, contempla una revisión de objetivos en 2029 por lo que abre la puerta a que los aliados puedan elevar esa cifra en cuatro años.
Eslovaquia ya ha dicho que tampoco llegará al 5% y Bélgica asume dificultades y pide más flexibilidad. Algunos de los países que en privado han ido exponiendo sus dudas sobre esta cifra empiezan a poner encima de la mesa sus dificultades para lograr ese objetivo.