Y es que tras días de esperar su reacción al caos y el temor que han supuesto las declaraciones del pár de amigos encerrados en Soto del Real, hoy nos hemos amanecido con unas declaraciones portentosas, aunque no desmentidas porque el cúmulo de mentiras que han salido por su boca de poco le van a valer a la hora de la cruda realidad de sus relaciones con los independentistas y con el relato de las fechorías de unos y otros a lo largo de los años de poder de los cuatro del Peugeot, que son unos pocos.
En ese contexto todo apunta a que a Sánchez le tiemblan las piernas ante la posibilidad de que la amenaza de Junts se convierta en realidad, sobre todo a la luz de los escándalos que se avecinan y por ello trata de paliar ese problema con un real decreto ley con algunos de los acuerdos asumidos en el momento de la investidura. Entre los compromisos que recogerá este decreto ley está, por ejemplo, «flexibilizar a los entes locales y los ayuntamientos las inversiones financieramente sostenibles» para que los alcaldes y presidentes de diputación tengan más «facilidad para invertir en proyectos que no impliquen un gasto corriente», como la «construcción de vivienda» o la gestión del agua.
El decreto ley también incorpora, según un mecanismo para «facilitar el cumplimiento de las obligaciones fiscales a las empresas».
Pero ahí no acaban las cesiones. Próximamente, en otra reunión del Consejo de Ministros, Sánchez prevé aprobar otro real decreto para «crear una partida que ayude a los propietarios ante los impagos en caso de arrendamiento a jóvenes o familias vulnerables», que era otra de las reivindicaciones habladas con JxCat.
Con ello, Sánchez está convencido de que la relación con los independentistas de Junts se recompondrá y por ello afirma que las bases por las que está trabajando el Gobierno permitirán reiniciar el diálogo «en un futuro próximo». Es decir espera poder terminar la legislatura gracias al apoyo de estos.
Otra cosa es que Puigdemont se crea todos estos cambios, que eso lo sabremos mañana, por hoy. Pero donde se le ha visto el plumero es cuando han salido a la luz las declaraciones de sus ex amigos y compañeros de fatigas. Al ser preguntado si las acusaciones del ministro son mentira, ha respondido afirmativamente y ha señalado que todas las personas tienen derecho a defenderse, «pero no a esparcir este tipo de mentiras, bulos y desinformación». Ha citado entre esas mentiras que él se reuniera con el dirigente abertzale Arnaldo Otegi en 2018 para pactar la moción de censura, y ha insistido ante esas declaraciones en que el Gobierno no va a aceptar chantajes de personas ni de organizaciones.
Qué curioso. No admite chantajes pero se baja los pantalones ante el prófugo. Y lo mejor de todo es que, después de todo lo que se sabe y de los años de convivencia intensa y próxima resulta que don Pedro afirma que su mano derecha, la que le llevo hasta La Moncloa y en, quien confío durante todos esos años era «un gran desconocido» para él en el plano personal y reitera que personalmente ha actuado con «absoluta contundencia» en cuanto ha existido el «mínimo atisbo de corrupción».
O lo qué es lo mismo no se acuerda de que le ceso, pero, poco después, le incluyo en las listas electorales. Si eso es contundencia hay que empezar a pensar que será para él el diálogo.
