Casi no había terminado de decir sus últimas palabras y el presidente de la Generalitat catalana ya estaba abandonando el antiguo salón de plenos donde se celebraba la reunión de la comisión general de Comunidades autónomas del Senado. Aquello parecia mas una huida en toda regla que otra cosa y todo después acusar a los barones populares de no escuchar a Cataluña.
Aragonès llegó una hora antes del debate, rodeado de los suyos, a sabiendas que todo el interés se centraba en su persona y sin más protocolos. Se reunió con senadores de su partido, de Junts y del PSC a los que trasladó que venía a «defender los grandes consensos del país» como si hubiera plena coincidencia entre todos los postulados de unos y de otros.
Se podría decir que su paso por el Senado ha sido visto y no visto. Pero su intervención ha servido para que todos sepamos que «La amnistía no es un punto final, es el punto de partida, el destino es que la ciudadanía de Cataluña vote en un referéndum». Según él «Cataluña votará, estoy convencido de ello, siempre con la mano tendida y con las manos libres». Para a continuación acusar al Partido Popular de «utilizar a Cataluña como arma para desgastar al adversario político». Aragonés ha afeado a los de Núñez Feijóo el «escandalizarse» por la amnistía que proponen, pero no hacerlo ante «los más de 6.000 indultos aprobados por el Gobierno de Felipe González, ni los otros 6.000 concedidos por el Gobierno de José María Aznar a condenados por corrupción y terrorismo de Estado»,
El presidente de la Generalitat no ha dejado escapar la oportunidad para reivindicar en el Senado el déficit de 22.000 millones que -según ha insistido- mantiene el Estado con Cataluña. «Unos recursos que pagamos pero que no tenemos posibilidad de disponer de ellos».
En definitiva un espectáculo totalmente deprimente y la certificación de que España, esta rota