La actividad se ha ralentizado, la geopolítica no termina de ver luz, los crecimientos no están correlacionados con los beneficios (mientras que el S&P 500 ha crecido un 20%, los beneficios solo un 9%, de ahí que se hable de burbuja constantemente), y se avecina una oleada de gastos públicos que conllevará un incremento de la deuda pública. Esto provoca que los inversores y ahorradores busquen nuevas fuentes de rentabilidad . De hecho, el oro y la plata se han visto más que beneficiados por estas circunstancias, y muchos han incrementado notablemente sus posiciones en metales preciosos para dotar de estabilidad y rentabilidad a sus inversiones.
La pregunta es… Si ya tengo oro y plata, ¿qué más puedo hacer? El crowdlending hipotecario puede ser el nuevo amigo, así como los diamantes. Durante décadas, los diamantes han sido conocidos como «el mejor amigo de una mujer». Pero los diamantes también se han convertido en el «arma secreta» de los inversores que buscan buenas inversiones. No en vano, en un horizonte temporal de unos 18 meses se le augura a este activo un crecimiento del 15-25%. Puestos a rotar carteras por la sobre valoración tecnológica, siempre hay espacio para un activo con esas expectativas de rentabilidad.
Los diamantes fascinan no sólo por su carácter intemporal, sino también por su capacidad para mantener una demanda sostenida a pesar del paso del tiempo. Invertir en un diamante suele significar aspirar a un beneficio a largo plazo:
Esta piedra preciosa es atractiva no sólo por su belleza, sino también como garantía potencial de un futuro valor añadido gracias a su creciente rareza.
El aspecto emocional de los diamantes también puede influir en la decisión de compra, añadiendo una dimensión personal a la inversión financiera.
Permite dotar de valor añadido a los ahorros, más allá de los tristes depósitos o cuentas remuneradas. Hay vida. Una vida llena de alegrías, en la que, apartando al banco, un ahorrador puede controlar sus inversiones y dominarlas. De hecho, la palabra diamante proviene del griego adamao, que significa «yo domino”.